martes, 5 de mayo de 2015

El romántico empedernido



FRANCISCA, de 1981, es una película compleja contada de modo sencillo... O a lo mejor es al revés, dependiendo de quién la vea, porque su ritmo narrativo es francamente lento, pero el torrente de datos que quedan desprendidos de su apasionante metanarrativa lo compensan de sobra. En esencia, FRANCISCA habla de dos holgazanes, escritores, pesimistas, negacionistas, que se encoñan los dos de la misma chavala, que es inglesa y se llama Fanny. Primero asistimos a la gran amistad que une a ambos, Camilo Castelo Branco y José Augusto, cómo desprecian la jovialidad de las fiestas (aunque no se pierden una) y abogan por la pesadez de ánimo como estado natural del hombre "consciente"; todo ello ilustrado en largas caminatas y paseos a caballo (en un momento dado, Castelo Branco dice: "sólo entenderemos a los jóvenes cuando seamos viejos, nunca a nuestros 23 años"). Así las cosas, la diversión está asegurada cuando la muchacha consigue lo imposible, que no es otra cosa que la separación definitiva de estos dos inseparables, metáfora acertada y que supone lo más estimulante de este larguísimo film, ya que entronca directamente con la gran crisis de las colonias del XIX, que dejaría a Portugal totalmente dividida y a merced de los caprichos de una monarquía corrompida y humillada por el resto de Europa. En ese sentido, FRANCISCA es una película interesante, un compendio nada autocomplaciente sobre la identidad de un país que ya se intuía de futuro incierto, el resto, quizá, demasiado folletinesco y recargado, aunque la música de Joao Paes y la fotografía de Elso Roques son realmente exquisitas.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!