viernes, 14 de junio de 2013

Esperando a Hickey



THE ICEMAN COMETH, además de atreverse en un larguísimo formato televisivo con la obra de Eugene O'Neill, ponía al día el loable intento que, trece años antes, ensayó Sidney Lumet con resultados discutibles. Y es que es ésta una obra pensada para el teatro desde su mismo planteamiento, en el que la pesada y alcohólica atmósfera del bar, en la que un grupo de alcoholizados perdedores debate asuntos entre lo mísero y lo sublime mientras esperan su Godot particular, compone una imparable maraña de diálogos, monólogos, declamaciones, reclamaciones y otros poderes a lo largo de sus intensas cuatro horas. Apoyado en unos actores de primera fila, Frankenheimer demuestra su personal visión de una obra de múltiples lecturas y la dota de una agresividad y desencanto superiores a los de su predecesora. Sin un verdadero protagonista (acaso ese Hickey que se hará carne hacia la mitad de la función), lo que O'Neill proponía era un paseo por la decadencia de quienes ya no esperan absolutamente nada de la vida, pasan pastosas e interminables horas balanceándose en sillas tan viejas y gastadas como ellos y cuya única ilusión consiste en esperar a ese "hombre de los helados", que llegará con dinero contante y sonante, y que les pagará su lento transitar hacia una desaparición sobre la que sostendrán multitud de debates. Lee Marvin daba vida a Hickey, el luminoso viajante mezcla de filósofo de tres al cuarto y redentor mesiánico; aunque su espectacular y extenso reparto se completaba con nombres como el de Fredric March, Stephen Pearlman, un jovencísimo Jeff Bridges o un inmenso Robert Ryan, que es el único personaje que se opone abiertamente a los sermones del que considera no más que un charlatán de pacotilla. Imprescindible para entender cómo demonios se hace cine en formato televisivo partiendo de una obra teatral...
Saludos en cucurucho.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Te animo a que participes en la encuesta que estoy realizando en el blog.

Un saludo.

dvd dijo...

Ok, voy para allá...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!