miércoles, 19 de junio de 2013

El espejo roto #2



Tras el impacto del primer episodio, puede que 15 million merits sepa a poco, a inducción por simple gravedad, a un cierto rescate desde el exhibicionismo crticado en el primer segmento de BLACK MIRROR. Error. Puede que, precisamente, sea éste mi episodio favorito, y precisamente porque es el que con más virulencia nos ataca a todos, y sin compasión. No hay aquí una dicotomía entre la zombificación de "la audiencia" y el mazazo necesario para tomar conciencia, sino que Charlie Brooker propone un viaje al corazón mismo del infierno, y el infierno, versión 3.0. (o como se llame) lleva ya algún tiempo encarnado en la bazofia más repugnante a la que uno puede vender sus neuronas: los programas meritocráticos... Y si son asiduos de los mismos, O. T., Factor X, Masterchef... y no incluyo a Gran Hermano porque ahí ni siquiera hacen falta méritos...
Imaginen un lugar donde sólo hay pantallas interactivas, donde diariamente entran y salen jóvenes con el único ansia de "triunfar", ser reconocidos por la masa sea como sea. Imaginen sus habituales juegos de Facebook, su recolección de zanahorias inexistentes, su cuidado de vacas inexistentes, sus regalos inexistentes a amigos que en realidad no tienen... Imaginen que al final de todo ello (un final que, efectivamente, no existe) les esperase un celestial superjurado formado por bellos y ecuánimes sentenciadores de "lo que sí existe", de sus millones de méritos adquiridos gracias a su esfuerzo. Si pedalean más en la bicicleta, más méritos; su comen menos grasas, más méritos; si superan las pruebas intelectuales, más méritos. Así dicho ni siquiera suena mal, lo que suena mal es que toda la vida de una persona dependa por entero de una serie de méritos que no sirven para absolutamente nada, pero que, sí o sí, han de ser evaluados por ese sanedrín oficial de la estupidez. Sin querer desvelarles mucho, 15 million merits nos habla de la imposibilidad de la rebelión y (no sean gilipollas ustedes también) mucho menos de la "rebelión desde dentro"; su distopía bebe de un mar de pantallas delicuescentes, que explosionan en mil colores y muestran un mundo sin problemas reales, también nos habla de cómo el amor puede hacernos ver el negro profundo de estas pantallas cuando se apagan, y que a lo mejor aún podemos entablar una conversación con alguien mirándole a los ojos. Incluso contarle algo interesante...
Saludos nominados...


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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!