lunes, 17 de junio de 2013

De verdad... Jean Rouch #7



MOI, UN NOIR es una película hermosísima en su tosquedad, redonda y perfectamente acabada dentro de su ansia de libertad, de recoger esa libertad "sufrida" por los desgraciados, que aquí son los jóvenes emigrados desde Níger hasta el suburbio de Treichville, en Costa de Marfil. La cámara de Jean Rouch, precisa y capaz de sacar cualquier detalle sin que esto afecte a su medido aspecto descuidado, nos llevará alo largo de tres o cuatro días en la vida de Tarzán, Edward G. Robinson, Eddie Constantine (A.K.A. Lemmy Caution; A.K.A. Agente Federal de Estados Unidos) o Dorothy Lamour. Todos negros, todos seducidos por la modernidad que ven a diario llegar desde los muelles, donde se confunden los barcos con sus nacionalidades; en los gimnasios, donde los negros pobres sueñan con ser Sugar Ray Robinson; o en los abigarrados salones de baile, sudados de cerveza, agarrados a negras que quizá no sean más que jóvenes putillas en busca de italianos con dinero... Rouch sigue a este difuso grupo por todas partes, después de cargar sacos, a comer arroz con el jornal ganado, en el fútbol sin césped, cuando van a la iglesia a ver a las chicas o a las mezquitas para burlarse de los elegantes y refinados musulmanes. Vida. Vida sin más, y ni muchísimo menos. Una película inolvidable e inimitable.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!