jueves, 14 de febrero de 2013

El estado de algunas cosas



Me parece que nadie o casi nadie ha entendido de qué va KILLING THEM SOFTLY; pasó lo mismo con THE ASSASSINATION OF JESSE JAMES BY THE COWARD ROBERT FORD, que sirviéndose de una historia cuasimitológica nos ponderaba qué lugar puede llegar a ocupar un film que no sólo busca su tiempo, sino que vibra con el mismo y se desacomoda con cada sacudida. Esta película agria, oscura y, sobre todo, desmoralizante, no habla de lo que realmente habla, o de lo que debería hablar según sus imágenes; no es "otra película que podría haber dirigido Scorsese o Tarantino", sino el exabrupto surgido del suicidio de todo un sistema de valores, que a fuerza de mixturas impenitentes ha terminado por parir a su hijo más bastardo. Esto queda reflejado, por ejemplo, en que el protagonista no es el peculiar asesino a sueldo interpretado por Brad Pitt, sino cómo éste se enfrenta dialécticamente a cada personaje que se le va poniendo por delante. Así, el discurso consciente e indagador toma la forma de un monstruo de mil cabezas al que no se puede eliminar nunca del todo. Pitt (aquí llamado jocosamente Jackie Cogan...) no para de dar vueltas sobre el problema que se le presenta (la resolución de una serie de atracos a una red de juego ilegal) al mismo tiempo que reflexiona sobre qué lugar ocupa cada pieza/personaje y cómo ha de afectar al fin último: matar a quien corresponda sin que quede rastro. El espectador sabe todos los detalles, así que no ha lugar al relato gangsteril ni de intriga, lo que realmente desenfoca la percepción inicial son esos tremebundos diálogos que se van abriendo paso como un gusano en una manzana, hacia el corazón del "asunto". Richard Jenkins lo recibe en un coche, con su apariencia de funcionario gris y dice representar a "alguien"; podemos intuir que A va a mezclarse con B (ahora que este término está tan de moda), que hay algo innombrable pero que flota en el ambiente (políticos, banqueros, jueces...) y que necesita a alguien como Cogan para no mancharse las manos. Este falso antihéroe transitará desde el frustrado negocio con un antiguo socio al que vislumbra acabado (espectacular James Gandolfini) hasta la localización de uno de los dos tipos a los que hay que eliminar y que queda empequeñecido en un diálogo memorable; pero también quedará un último resquicio por el que nos llegan las palabras de un Barack Obama despojado de su aura mítica de salvador de la patria. Cogan justifica sus atrocidades mirando directamente a quien proclama un país limpio y a salvo de manipulaciones; y en este apabullante tour de force nadie queda impune, ni siquiera alguien inocente, y eso es muy muy jodido y muy desesperanzador.
Saludos sutiles.


3 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Yo sí entendí todo eso tan desesperanzador que dices y que representa Brad Pitt cual jinete del Apocalipsis tan maravillosamente bien. Pero la película está tan bien facturada que todo lo detrás acabó importándome un comino y me descubrí disfrutando de la superficie. Que no es poca cosa.
Brad Pitt se rige por las mismas perversas reglas de los mercados financieros. Recuerda que uno de los asesinatos que él propone se justifica con la idea de devolver la confianza a los "mercados mafiosos", para mí es la metáfora que mejor funciona en toda la película. De todas formas, no se libra de las influencias de Tarantino o Scorsese, lo de los cañones hiper recortados juega a esa baza. En fin, una película buenísima.

dvd dijo...

Y... Bla bla bla... ¡Bang!...

Sandra Sánchez dijo...

Uyy yo ésta ni fu ni fa, tirando a fa...
Será que no le pillé el punto.
Saludos!

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!