lunes, 11 de febrero de 2013

Cómo salí de mi propia crisis (y entré en otra)



Hablemos de cine argentino, que es una de las cosas más saludables que uno puede hacer ahora mismo y una vez ha constatado que cualquier otra cosa ha fallado de manera catastrófica. Reinventándose a sí mismo desde una (auto)observación que es cualquier cosa menos acomodaticia, es una falacia intentar meter en un mismo saco a autores que apenas compartan la misma mirada distante, desconfiada y un poco rencorosa hacia todos y cada uno de los motivos que han dado al traste con toda una economía, y aunque esta circunstancia haya podido desencadenar el llamado "milagro" de su cinematografía. Se me ocurren ahora mismo (y me quedaré muy corto) la radicalidad de Lisandro Alonso, el detallismo de Pablo Trapero, el onirismo de Lucrecia Martel o el gusto por la construcción literaria de Mariano Llinás. Hay más, pero habrá que sumarle un nombre que ha irrumpido con fuerza y por méritos propios en esta constelación. Se trata de Gabriel Medina, curtido en el proceloso mundo de los guiones pseudoculebroneros y que parece haber asumido una especie de trance autoconsciente, que tiene gran parte de exorcismo, cuando no de flagelo puro y duro. Medina presentó el año pasado su segundo film, LA ARAÑA VAMPIRO, que causó no poca controversia en el BAFICI, aunque su carta de presentación la obtuvo cuatro años antes con LOS PARANOICOS, la historia de un perdedor crónico que tiene poco de caricatura indulgente y sí mucho de una venganza que no por reprimida cobra menos virulencia. Lo hemos visto muchas veces: el eterno aspirante a escritor (de lo que sea, pero escritor) que ya ha sobrepasado la treintena y vive en un terrorífico tedio que se reparte entre barrios proletarios, trabajos basura, la ausencia de cualquier cosa parecida a una pareja y la resignación ante el éxito ajeno. Éste se hace llamar Gauna, lo vemos saliendo de un traje de monstruo gigante animafiestas de cumpleaños, vive en un oscuro apartamento de la periferia y lo compra todo en una siniestra tienda regentada por un chino. Un día llegará (volverá) Manuel, su reverso luminoso, que ha obtenido un notable éxito como creador de una teleserie llamada "Los paranoicos" y que actualmente triunfa en España, y detrás de él, Sofía, su novia, que en el fondo está harta del ego de Manuel y buscará un poco de comprensión en el ultrainseguro Gauna, que no dudará en brindarle su hospitalidad. Leída así, LOS PARANOICOS no pasaría de ser una agradable comedia de enredo con tres personajes repartiéndose el peso de la misma; sin embargo, Medina alcanza mucho más en un juego metatextual que empieza si uno lee su propia biografía y experiencia real, y cuyo espíritu inicial, casi naif, termina retorciéndose tanto que lo azucarado termina siendo más que amargo, desolador. LOS PARANOICOS es una película que difíclmente se hará en esta España de "Aídas" y "Serranos"; porque no sólo no pediríamos ayuda para nuestra desdicha, sino que la frase sería: "¿Ayuda a mí?"... Véanla en cuanto puedan.
Saludos esquizofrénicos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!