viernes, 27 de mayo de 2011

Fantasmas



He leído unas cuantas críticas, de esas especializadas, de las que pagan, acerca de LA MUJER SIN PIANO, la segunda película de Javier Rebollo, y creo firmemente (bueno, puede que me equivoque, pero a mí no me pagan esto...) que nadie ha entendido nada de esta bella alegoría sobre dejar de ser nosotros, aún más, el derecho que tenemos a escaparnos de nosotros, ya que es imposible escapar de nuestro entorno, algo que el film explicita y reitera hasta la extenuación. Yo lo veo claro, en absoluto me parece una película críptica ¿Una película críptica con depilaciones brasileñas, costillas en adobo, la Estación Sur de autobuses y hasta un majestuoso bocata de calamares en ese templo al colesterol que es El Brillante? A veces nos las cogemos con papel de fumar, y algunos no se cogen ni la suya con tanto equívoco. En LA MUJER SIN PIANO, Carmen Machi (a la que le tendrían que haber dado algún premio en alguna parte) es la mujer de un taxista que un día, después de masturbarse con el aparato de depilación láser, descuelga un cuadro sin saber por qué y sin saber por qué lo esconde, y sin saber por qué se pone una peluca y una gabardina, y se monta en un autobús de línea, y quiere coger otro hacia... Y en la estación conocerá a un polaco porque sus móviles tienen la misma sintonía, y también a una puta; y se dará cuenta de que no se puede fumar en ningún lado, y beberá coñac como si esa noche fuese a suceder algo. No hay dilema, no hay chistes, no hay intriga; lo que Rebollo nos pone delante de nuestras narices es el hastío, la banalidad, la torpeza de lo cotidiano; a nosotros mismos, seguramente. Nos molesta vernos en un espejo en el que miran también otros, son preferibles dramones insolentes e imposibles, retruécanos de brillantez argumental para justificar tal o cual desembolso. Bien, tengan entonces ante ustedes el viaje de Ulises (ida y vuelta), o la universal historia de Don Quijote y Sancho; vayamos si lo prefieren a Abbott y Costello, o mejor al Gordo y el Flaco. Tomen cualquier gran clásico, algo que ya damos por aceptado, ahí estará también el nada extraño viaje de Rosa, quizá su fantasma, puede que una proyección astral que deja a su marido durmiendo y se funde con la madrugada madrileña... Incluso le da tiempo a tocar un poquito el piano...
Saludos sin fagot.

3 comentarios:

leolo dijo...

Magnífica reseña con la que estoy totalmente de acuerdo.

Saludos sin piano

A. dijo...

Tal vez (tampoco me pagan) tengas razón. Aunque como no he visto la película lo siguiente que pienso es qué hago escribiendo. Pero mis padres sí la vieron. Yo iba a hacerlo con ellos y finalmente no pude. Me ha gustado lo de verse reflejado. Y exponer que los clásicos tampoco llegaban a ninguna parte, mejor dicho: volvían al punto de origen; ha terminado por convencerme. Así que sólo me queda decir que la veré.

Saludos.

dvd dijo...

Es una película valiente, arriesgada, un islote de buen cine que no defrauda al buen cinéfilo...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!