jueves, 12 de mayo de 2011

Un perro para un milagro



¿Qué pasaría en un universo alternativo, ahora que todo eso está tan de moda, en el que Frank Capra hubiese establecido su lugar desde el que hacer cine en Argentina? A lo mejor hubiese salido algo muy parecido a BOMBÓN, EL PERRO; seguramente no en la forma, pero sí muy aproximado en el ese inaprensible tejido de emociones que han hecho del cine el mejor refugio en un mundo moralmente deplorable. Y es que Carlos Sorin logró, en su cuarta película, una especie de pequeño milagro: lograr que volviésemos a tener fe en aquellas historias cargadas de buenas intenciones y en las que hasta era posible que problemas aparentemente insalvables encontraran solución con un poco de buena voluntad.
Ésta es la historia de Coco, un hombre sencillo, sin grandes aspiraciones ni agobios existenciales, que se queda sin trabajo tras el cierre de la gasolinera donde trabaja; sin un rumbo definido, la suerte hará que encuentre a un perro dogo de pura raza, al que llamará Bombón y que a partir de ahí se convertirá en su alma gemela. Sorin retrata como nadie la dignidad de Coco, que se debate entre su amor hacia el animal y la explotación a la que ha de llevarlo a cabo una vez descubre el potencial que éste posee en concursos de exhibición. Magnífico trabajo de guión y descomunal Juan Villegas, un actor no profesional que llena la pantalla en esas imágenes que parecen salidas del lacónico cine de Kitano, de un corto de Chaplin o, finalmente, de un Capra fascinado con la circunstancia patagónica.
Saludos caninos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!