lunes, 28 de noviembre de 2011

Un ejemplo olvidado



Cuando se habla de ironía, la ignorancia por parte de quien cita dicha sutil cualidad, tan sutil que no tarda en volverse contra el que pretendía usarla como arma arrojadiza. Es difícil ser irónico cuando se está en la cima y los parabienes son obtenidos de una u otra forma, limitando la necesidad de aumentar el grado de autoexigencia. Otros dirán que se trabaja mejor la ironía desde la marginalidad, sea más o menos radical, y que en verdad es sólo así como además el "elemento irónico" asume la única de sus naturalezas posibles: agredir al ufano usando sus mismos argumentos. Uno de los ejemplos más claros de todo esto lo podemos encontrar a lo largo de la extensa filmografía de Roger Corman, y sobre todo en uno de sus títulos más emblemáticos, para mí el más original desde luego. A BUCKET OF BLOOD traza, en apenas una hora de metraje, las líneas maestras de aquella sobrevalorada boutade cultural que fue la generación beat; y sorprende encontrarse con una esperpéntica representación de todo ello en mitad de la década que les vio brillar con más intensidad, los 50. Corman no esconde su vocación de outsider orgulloso de su pequeña parcela de libertad, lo que no deja de casar intrigantemente con toda su caterva; y en el otro extremo, el freak de verdad, no el que usa su pose, sino el que carece de un mínimo de inteligencia y/o chispa como para al menos "adornar" su total falta de talento. Sí, es cierto que en contadísimas ocasiones han surgido obras maravillosas desde la una naturalidad de todo punto rudimentaria; sin embargo, no es esto lo que interesa a Corman, sino teñir progresivamente de negro una historietilla de bohemios, vagos y oportunistas, mediante la que Walter (interpretado por el eterno secundario Dick Miller) es aceptado en un círculo lleno de hipócritas adocenados por una macabra jugarreta del destino. A BUCKET OF BLOOD mantiene intacta toda su frescura y desparpajo más de cincuenta años después de su realización, lo que la convierte en una de esas joyas imprescindibles de ese cine presuntamente pobre en recursos, pero rebosante de ideas y propósitos. Si no la conocían, ya tardan en buscarla.
Saludos sanguinolentos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!