miércoles, 28 de diciembre de 2011

Más allá del vaso



1984. John Huston está hasta los cojones de que le llamen "maestro" y le traten de venerable anciano. Hollywood reparte mal sus palmadas y comete el error de subestimar al viejo cascarrabias, el gran inconformista. Así que Huston le coloca la guadaña pertinazmente a Guy Gallo y le conmina a que extraiga todo lo legible de la gran obra imposible de Malcolm Lowry, porque piensa hablar sobre el alcohol como no se había hecho antes en el cine, y qué mejor obra que UNDER THE VOLCANO, más que una novela, un delirio tremendista y asfixiante acerca del punto más bajo de un alcohólico incapaz de dar marcha atrás. El cónsul Firmin, héroe inexplorado de sí mismo; una personalidad/caos tan desquiciada como mortalmente lúcida, y un hombre que es capaz de mantener su dignidad justo cuando la había perdido por completo. Y México... Con sus calaveritas y sus tequilas y cantinas desiertas; con un calor satánico y un perfumado ambiente a fiesta interminable. A sobacos sudados y chicharras exhaustas y faldas de mil volantes. Es en ese infierno paradisíaco donde Huston incrusta a un Albert Finney que pocas veces ha estado mejor, y lo maneja a lo largo de ese día inacabable repleto de botellas y reproches, de necedades y lúcidos y amargos pensamientos, que en realidad son las reflexiones de un hombre acabado que brinda por última vez por una cultura y una sociedad (las suyas) que le han decepcionado profundamente. Incapaz de asumir su propio fracaso, el cónsul Firmin decide que su último día estará repleto de sonrisas y de tiovivos; que ha de dejar a su bella y joven esposa en mejores manos que las suyas, temblonas y arrugadas. Y es ese acercarse la noche, imperceptiblemente, como un animal al acecho, ese coloquio con los que ya estuvieron en el infierno, lo que dota a UNDER THE VOLCANO de un aura irresistible, difícil si se quiere, pero tan necesaria en medio de toda esta mediocridad... De hecho, no me cabe duda de que a Lars von Trier le encantaría haber firmado una película con un sello autoral tan potente, no hay más que ver sus primeros trabajos y compararlos con esta tremenda adaptación literaria; más aún: reindagación de los códigos creativos de dicha obra. Véanla, y la de mañana también...
Saludos bajo el flexo...

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!