jueves, 1 de diciembre de 2011
Verde oscuro
GARAGE es una película pequeña, lo cual no tiene por qué ser sinónimo de "amable", que es algo que aquí nuestros directores parece que no quieren aplicarse cuando manejan presupuestos pequeños. Pequeña, sí; por su espartana localización (apenas la gasolinera donde trabaja el protagonista, el pub donde va después y su modesta casa), su puñadito de personajes y, sobre todo, la claridad y dedicación con la que aborda temas verdaderamente espinosos. Y olvidémonos del equívoco; GARAGE no es la enésima película de buen corazón con un protagonista que arrastra una pequeña deficiencia mental que, sin ser un tonto de remate, sí que necesita un par de minutos para comprender lo que ocurre a su alrededor. Y lo que ocurre no es, insisto, la típica sucesión de gags aprovechando dicha limitación; no, porque lo que ocurre es que Josie, visto con la distancia adecuada, es probablemente la persona más íntegra, bondadosa y elocuente de su pequeña comunidad; ergo: Josie es incapaz de ser feliz; no, desde luego, como lo son los demás. Y lo intenta. Lo intenta poniendo todo su empeño en la tediosa rutina de la desolada gasolinera donde trabaja, aunque no se dé cuenta de que es una ruina que tendrá que cerrar tarde o temprano. Lo intenta con los desgraciados (porque lo son mucho más que él) con los que conversa en el pub; y lo que él entiende como bromas entre colegas no son más que humillaciones hacia su persona. Lo intenta con el otro sexo, pero un par de frases pueden ser tomadas casi como un intento de violación. Y lo intenta, finalmente, con David, el introvertido adolescente al que el dueño de la gasolinera, liado con su madre, manda para que "aprenda" a desenvolverse junto a Josie. David parece, poco a poco, el único ser que toma en serio a Josie, pero ni aun así parece que nada vaya a salir bien. GARAGE, como decía antes, arrasó en los premios de la Filmoteca Irlandesa de 2008 por delante de otros títulos más obvios; y, francamente, no me extraña. Se trata de un lúcido y muy sensible relato sobre la estupidez humana, de lo poco que queremos entender al de enfrente y lo egoístas que somos aunque esto no nos traiga más que miseria moral. Aquí, Josie no es el idiota, lo parece pero no lo es; Josie no es más que la víctima de un entorno que no entiende. Hermosísima.
Saludos en el porche a media tarde.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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