lunes, 26 de diciembre de 2011

Estado de cuentas



La única razón por la que no relego a AGNOSIA a la categoría de desecho fílmico es, y quería remarcarlo muy al principio, porque bazofias mayores nos hemos tragado por venir de donde venían, y cuyo único mérito parecía proceder de su elevado coste de producción, pese a que la mayoría de las veces uno incluso llegue a preguntarse en qué diablos habrían gastado el dinero. El ambicioso film de Eugenio Mira al menos es capaz de una recreación digna de una ciudad (Barcelona) a finales del XIX; esto es (para que se hagan una ligera idea): Hay ocasiones en los que, a lo largo de sus cien minutos, te quedas mirando las calles, las casas, los trajes, las gafas... Todo, vamos... hasta que te espabilas y reparas en que ya no sabes por dónde va la narración; y aún peor: si has sufrido dicho proceso de obnubilación, puede que tengas la sensación de estar viendo tres cortometrajes en la duración de un largo o, lo que es peor, una sucesión de capítulos de esas horribles series patrias que tan de moda parecen estar en esos horrísonos mediodías catódicos. Al principio se nos promete un misterio gravemente elaborado, con la invención de una lente ultrapotente y la negativa de su inventor a que sea utilizada con fines bélicos (jojojo!!!). La cosa sigue con Eduardo Noriega con cara de preocupación y chistera; es el principal valedor de la empresa de dicho inventor y además es el novio de su hija, que sufre una extraña enfermedad llamada agnosia, a causa de la cual le resulta imposible interpretar adecuadamente los signos que le llegan del exterior (ópticos o acústicos), por lo que debe vivir aislada del mundo exterior hasta que se le encuentre una cura. Por último, entrará en escena un sirviente con aviesas intenciones, aunque tampoco importe mucho. El problema de todo esto es el siguiente: Si toda esta amalgama de situaciones nos es presentada con cierto envoltorio de "ese último cine pseudoterrorífico de producción española", y luego resulta que no hay miedo, la intriga es bostezante y nos da igual que la pobre chavala esté acosada por todas partes ¿qué nos queda que apreciar de AGNOSIA? Poco, muy poco; si acaso la intención, que no es mala; lo que sí es mala es la ejecución, como si yo diese un concierto con un Stradivarius... Me da un poco de lástima, porque Mira tenía un corto que estaba francamente bien, pero de momento habrá que seguir esperando para que ofrezca un producto menos artificioso (y aparatoso) que este. La escena final (y con esto se lo resumo a ustedes) es uno de los cúmulos de despropósitos más vergonzantes que he visto desde hace tiempo.
Saludos deformantes.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!