jueves, 29 de diciembre de 2011

Creer es cuestión de método



Uno puede imaginar sin problema alguno a dos entusiasmados hermanos llamados Joel y Ethan embobados ante una proyección de WISE BLOOD, la película "maldita" de John Huston. Y uno puede rastrear las huellas de este insólito y personalísimo film en gran parte de la filmografía de dos cineastas que han de pasar (a pesar de los pesares) por absolutamente originales. Es ese gorjeo casi imperceptible, luminoso y oscuro a partes iguales, ahondando en el detalle más alejado y alejándose asimismo de los lugares comunes y los mullidos abrazos visuales. Lo primero es la novela de Flannery O'Connor, su retrato de la locura antes que de la fe, o de cómo ambas se entrelazan y confunden en según qué ámbitos. Lo segundo es adaptar un texto escurridizo y malsano con la suficiente amplitud como para no acabar siendo sesgado y monótono; Huston filma a pie de acera a los predicadores callejeros como si en realidad fueran pistoleros quietos en su púlpito, francotiradores de la palabra en forma de anzuelo, del pensamiento inédito. Luego está quedarse con un aspecto por encima de los demás para que sirva de hilo conductor; verdad o mentira, creerse uno sus propias soflamas o sólo servirse de ellas como agitado medio de vida. Hazel Motes, que se coloca un enorme sombrero hongo y se guarda un viejo revólver, es el charlatán y el fanático, el imposible creador de la Iglesia sin Cristo capaz de disparar a quien rebata sus ideas; Asa Hawks, por el contrario, es el listo que se hace pasar por ciego para recaudar para él y su hija, Sabbath Lily. Lo que hace irresistible a WISE BLOOD es la imposibilidad de detectar dónde está la bondad y dónde la maldad, ni siquiera dónde están la verdad y la mentira; puede que se trate tan sólo de un lúcido y autodestructivo retrato sobre la desesperación y los desesperados reafirmando sus titubeantes puntales ante una ciudad que les es indiferente. Tan terrorífica como jocosa, WISE BLOOD se presta a ser redescubierta más de treinta años después de su inadvertida realización, quizá sirva para entender de dónde vienen ciertos "torrentes creativos".
Saludos en predicado.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!