El cine americano espabila de vez en cuando y es capaz de centrarse en contar historias, algo que parece fácil a priori pero que requiere un mínimo de talento e intenciones, cosa no muy extendida en una industria más pendiente de la eficacia numérica que de volubles intentos artísticos. Pero lo cierto es que si ajustamos la mirilla, en esta década que está a punto de acabar, una década más bien olvidable en cualquier sentido, ha habido momentos espaciados en los que algunas obras "incómodas" han logrado estrenarse junto al interminable desfile de "eternos retornos de lo idéntico". Uno de estos títulos fue THE WOODSMAN, de la desconocida e inédita Nicole Kassell, autora asimismo del guión, aunque su argumento no sea tan original como pudiese parecer. Llama la atención el tremendo trabajo de Kevin Bacon, un actor que lleva un par de décadas intentando quitarse el sambenito de guaperas simpaticote a base de rechazar papeles e intentar seleccionar, algo que no debe ser fácil en su caso. Bien, pues el leñador al que hace referencia el título es un tipo que ha pasado doce años en la cárcel y que pone todo su empeño en dejar atrás su turbio pasado y empezar de cero. Para ello, se centra concienzudamente en su trabajo en una serrería y hasta entabla contacto con una compañera igual de escarmentada que él. El problema viene cuando conocemos el secreto que atormenta a este hombre, bien resuelto en cuanto que el director no elude mostrarlo como algo arcano, pues éste es el motor de la narración. Bacon pasó doce años en la cárcel por agredir sexualmente a una niña, y éste es un tabú demasiado fuerte incluso para la mujer que pretendía ser comprensiva. Este hombre está solo y lo seguirá estando, con una mancha que no se borra ni con el tiempo.
Me recordó vagamente a la maravillosa EL CEBO o a la también reciente THE PLEDGE, satélites todas de la magistral M, de Lang; sólo que aquí el malo no es malo, sino que lo fue, y pagó por ello, y por eso vive atormentado por su pasado y sabe que será imposible relacionarse sin que le aceche la sospecha. Le hubiese faltado algún elemento sobrecogedor o sorprendente para haber sido un grandísimo título, en cambio, no pasa de ser una buena historia con buenísimos intérpretes, que no es poco.
Saludos entre el serrín.
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