Nicholas Ray llamó a su pupilo y amigo Wim Wenders cuando el cáncer sólo le daba ya las buenas noches; su pretensión era la de un hombre imbricado en el cine incluso poco antes de morir; el resultado es una obra maestra semidesconocida, para mí el más grande trabajo del irregular Wenders.
LIGHTNING OVER WATER parece un documental, pero no es esa la intención si atendemos al singular juego de correspondencias entre Ray y Wenders. El alemán se pliega ante el último deseo de su mentor y maestro y filma con respeto, aunque la agonía traspasa la pantalla y casi deseamos que el saco de huesos en que se ha convertido el director de JOHNNY GUITAR expire de una vez; el verdadero espectáculo de la muerte no es fácil de digerir, y aquí no hay trampa ni cartón, Ray se muere. Pero por otra parte, es el propio Ray quien pone las gotas de humor, escudado en su parche y fumando a cuentagotas, es capaz de arrancar risas a sus familiares, presentes en toda la grabación y al circunspecto Wenders, probablemente uno de los directores con más suerte del mundo, este documento es algo tan improbable como valioso. Concebido como una larga charla sobre la insignificancia final de la vida, los logros, el éxito, las envidias y rencores, más que testamento parece LIGHTNING OVER WATER un extraño manual desmitificador y valeroso, imposible de rodar actualmente, en estos tiempos en los que la muerte sólo existe muy de lejos, en los tifones y los terremotos, en las guerras y los accidentes de tráfico, como si nadie muriese de viejo, como si concebir siquiera la decadencia física fuese una especie de decadencia moral. Y no lo es en absoluto; y esta magistral filmación, respetuosa y cínica a partes iguales, lo demuestra sin que su resultado final se resienta.
¿Qué son si no los últimos deseos de un moribundo sino un transparente canto a la vida?
Saludos relampagueantes.
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