viernes, 25 de abril de 2008

Sin solución de continuidad

Tras los cortinajes, la tramoya, la ilusión del celuloide, sólo en contadas ocasiones se logra sostener una atmósfera que se convierte en invasora y dominadora de quien lo contempla.
Sólo hasta ver los créditos finales pude volver en mí y darme cuenta de que el propio Welles estaba en la película. Hasta entonces había sido tal el torrente de emociones descargado a mi cerebro, que ningún aspecto externo había podido abofetearme, devolviéndome al mundo palpable al que antes hacía alusión.
TOUCH OF EVIL es un tsunami que todo lo arrastra, incluso el escaso talento del amigo de las armas. Es tal la potencia visual y narrativa, que cincuenta años después lo único que le ha pasado a esta maravilla es cobrar, si cabe, aún mayor vigencia y esplendor.
Recurro irremediablemente a lo escrito aquí mismo hace unos días sobre cierto film imbuido de "extrema violencia" y paréceme, comparado con el que ahora me ocupa, una mirada tierna y cándida de ingenuidad juvenilística. Y es que aquí sí, efectivamente, los protagonistas (film a mi parecer sin secundarios) son HOMBRES; sienten, sufren, engañan, aman, odian, extorsionan, babean, temen, VIVEN... La pantalla se rompe y nos damos cuenta de lo asqueroso que es el mundo gracias a una ficción que no deja fisura alguna por la que podamos atisbar las costuras del globo.
Parafraseando un cuento de Carver, gancho a la mandíbula y K.O. en el tercer asalto.
Es por todo ello que Welles siempre será igual que cualquier otro pero con privilegio de situación, como si ya hubiese habitado cada continente de los secretos del cine mucho antes de haber sido éstos expuestos por los demiurgos de las sensaciones sensacionalistas.
Poder ahondar tan profundamente en la negrura del alma humana es un lujo para un arte que se infantilizó, casi irremisiblemente, tras los últimos coletazos del negro clásico, precisamente el lugar crepuscular y nada hospitalario donde se adscribe esta joya, sin la cual ¿cuántos "visionarios" podrían , en décadas posteriores, haber predicado sus "mandamientos"?
No lo duden, si buscan modernidad y aperturismo, no se muevan del clásico, ahí está todo.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!