Iniciaremos las aportaciones indéfilas reseñando la absoluta libertad de criterio a la hora de establecer cualquier crítica, lo cual será inamovible seña de identidad desde este incierto principio.
Vaya esta pequeña introducción por delante, porque a mí me parece absolutamente necesaria a la hora de comentar la que creo que es la película más sobrevalorada del año.
En un ejercicio depravado de inmisericorde cortapega, los Coen parafrasean su propia decadencia creadora en simbiosis con el desértico relato de McCarthy, al tiempo que taladran la mente del espectador más permeable (la imagen habla por sí sola) con una sucesión de absurdas persecuciones al más puro estilo Tom y Jerry, ninguneando la motivación de los personajes (no entiendo por qué todos, sin excepción, actúan con la misma cara de palo que esgrime Bardem) y rizando el rizo a la hora de magnificar la idiotez del americano medio como no se sabe qué arcana forma de heroísmo y, finalmente, sacrificio.
Pasaré por alto el comentar detalladamente tal o cual escena, ya que ellas mismas lo hacen en su insana vacuidad, y destacaré una única cosa a tener en cuenta (ojito, mitómanos): por fin, después de veinticinco años de carrera, los Coen no se hacen los graciosos y parece que asumen que se han hecho viejos en un país demasiado díscolo como para financiar verdaderas obras independientes.
La fotografía: lamentablemente perfecta.
La música: eso ya lo hizo mejor Neil Young con el tío Jarmusch.
Los actores: como no tengo el más mínimo amor patrio, sólo diré (y espero que sirva como reflexión) que a la historia, y sobre todo a su supuesto patetismo, le habría ido mucho mejor con un villano más escurridizo y liante (vease la brillante interpretación de Woody Harrelson). Pero claro, ése ya es un problema, supongo, de quien escribió la historia; la cuál, por cierto, creo que no pasa de sanguinolento best-seller de aeropuerto, aunque el torpón de Cormac haya visto revisada su obra recientemente tras esta vorágine creada al amparo de (cómo no) una inteligente campaña promocional.
Ahora me parece un buen momento, antes de despedirme, el recuperar una joya jamás suficientemente valorada del negro negrísimo, de violencia despiadada y abanico de personalidades como es LEMMY CONTRA ALPHAVILLE, del más que maestro Godard.
Un saludo indéfilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario