martes, 29 de abril de 2008

De la maestría y sus caprichos

El absurdo afán de buscar una identidad propia sin parecerse demasiado a otra, llevó de cabeza durante algunos años al progresismo español, tan deudor de la cinematheque como falsamente orgullosa (sus obras maestras hasta entonces producían risa comparadas con las vecinas); pero ya se sabe, de casta le viene al hidalgo.
No es mala cosa, por tanto, el haber echado mano (a falta de creadores puros [la rídicula y eterna autorepetición de Almodóvar ni la miento] ni industria colaboracionista) del, a posteriori, fiable y eficaz tándem conformado por infalibles artesanos y consagradas obras literarias.
La que nos ocupa podría encabezar honorariamente la larga lista de dichos productos (éstos, efectivamente, idiosincráticamente emparentados con la "mirada española") por varios motivos.
Primero, la obra en la que se basa, y pese a las antipatías que siempre me produjeron su padre literario, es, simplemente una de las cimas de la escritura en castellano del XX.
Por otra parte, el elenco de actores es posible que sea un hito, al haber reunido, de una tacada, al menos una treintena de primeros nombres, lo cual da el aire de palimpsesto adecuado al original.
Siguiendo con el que seguro es el mejor y más sólido trabajo (obviaremos LOS SANTOS INOCENTES) del barcelonés Mario Camus.
Es, por lo tanto, LA COLMENA un fresco autóctono de posguerra que abruma por acumulación, sin llegar a asfixiar. El continuo cruce de personalidades podría remitirnos al mejor Altman, y la emotividad, obligatoriamente neutralista (aunque no lo crean, la censura prohibió durante bastantes años la novela), dibuja un rarísimo neorrealismo castizo que, sin embargo, nunca elude su tono de dramaturgia dieciochesca.
Así, los trasuntos de escritores fracasados, mujeres todoterreno, civiles de los de verdad, crápulas en el alambre, y hasta omniscientes vendedores de tabaco, reverberan sobre la pantalla, haciéndola palpitar y traspasando fronteras, enseñando aquella VERDAD desgraciadamente nuestra, que también la fue.
Saludos al panal indéfilo.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!