Es muy obvio comentar algo como DEADPOOL & WOLVERINE, además de necesario para no perder la perspectiva de un producto tan teledirigido, y así disfrutarlo tal y como lo que es. El personaje interpretado por Ryan Reynolds es un petardo de mecha corta, un cuñado borracho en tu boda, una citación para el juzgado que has olvidado en un cajón. El ejercicio de metanarrativa aquí es tal, que uno puede perder la noción de lo que está viendo, y puedes pensar que su primera media hora no es más que el trailer de otra cosa, y que no te han avisado en taquilla. En realidad esto ocurre durante todo el film, donde Deadpool alterna las coreografías de lucha con alusiones verbales a personajes y también personas reales, rompiendo la cuarta pared sin un solo escrúpulo, y construir un relato que ni siquiera sabemos si existe. La inclusión de Wolverine está bien llevada, haciendo una similitud muy divertida entre el personaje naturalmente cascarrabias, y las habituales luchas de ego en películas de corte comercial. La cascada verbal puede ser agotadora si se llega virgen, pero muy disfrutable si se traen los deberes aprendidos. Porque esto, por si no lo habían notado, es Marvel, esa factoría fundamentada en gente dándose hostias en mallas, y tomarse demasiado en serio algo así puede pasar de lo solemne a lo ridículo. Personalmente, sin aspavientos, me lo he pasado moderadamente bien y luego a otra cosa.
Dos gags mágicos: un Honda y las dos apariciones de Chris Evans... Ahí lo dejo.
Saludos.
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