lunes, 8 de marzo de 2021

No quedan flores por las que llorar


 

Intentarlo con una película de Charlie Kaufman es toda una experiencia, y hay que estar muy dispuesto a abandonarse, dejarse engullir por la presencia que realmente importa, que no es la nuestra, sino la suya. Sus películas son extremadamente sencillas, apenas un balbuceo, una onomatopeya, un accidente. Es tan sólo cuando aparecemos nosotros que se vuelven complejas. El espectador como invasor, colonizador no invitado a un espectáculo que se desarrolla muy lejos de nosotros. Es por ello que intentarlo es tan agobiante, y ese parpadeo se torne una ecuación cósmica, una palabra dicha por casualidad parece como si dios hubiese decidido abrir el pico por primera y última vez. Si debo achacarle una sola cosa a I'M THINKING OF ENDING THINGS, no sería su lentitud, ni su hipérbole de la desgracia. Ni siquiera que parezca un cruce entre Lynch y Andersson, quedando claramente por debajo de ambos. Lo único que me irrita de este maravilloso besito en la mejilla al "yo", es, efectivamente, que descubre sus cartas demasiado pronto, y ni siquiera se toma la molestia de voltearse (aunque sea perezosamente) en su cantadísimo final (y no es una metáfora). Aun así, es un film que merece ser visto, discutido, deshuesado y puesto en valor como debiera; porque técnicamente es el trabajo más depurado de Kaufman, y por el estupendo trabajo de sus protagonistas, Jesse Plemons y Jessie Buckley, que confirma mis augurios. Ahora bien, me permito recomendarles un film mucho mejor, y que arriesga también más, partiendo de una premisa similar, como es PROVIDENCE, de Alain Resnais.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
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