viernes, 14 de junio de 2019

La vida y nada más



La mirada de un niño, que no esconde nada, lo esconde todo. Todo lo que no nos atrevemos a decir, a verbalizar, a poner de manifiesto. Todo cabe en esa mirada limpia y preciosa, incluso el dolor más desgarrador, el que no tiene remedio ni consuelo. Y los adultos tenemos armas, mentiras, escudos para combatir ese dolor, pero ¿qué tiene un niño sino su curiosidad infinita? ESTIU 1993 es, más que una película, un exorcismo, casi una forma de ajustar cuentas con el pasado para su joven directora, Carla Simón, que plasma aquí aquel verano de 1993 en el que tuvo que irse a vivir con sus tíos tras ver morir a sus padres de Sida. No hay un gramo de condescendencia, ni mirada nostálgica que valga, tan sólo el propio asombro, el de la mujer adulta que echa la vista atrás y se ve a sí misma como niña, intentando comprender qué le está pasando a su vida, a su mundo. Ese es el gran hallazgo de esta maravillosa, prodigiosa película, refundar un puñado de sensaciones en torno a esa mirada, la de un Laia artigas que traspasa la pantalla y la anega de verdad. Es muy difícil hacer una película como ésta y no caer en el sentimentalismo o en las trampas del narcisismo emocional; pero allí donde los mediocres raspan para lograr algún destello, Simón halla oro puro en lingotes. Parecería que sin esfuerzo, pero intuimos que el proceso ha debido ser agotador. Aunque hermoso...
Maravillosa.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!