miércoles, 19 de junio de 2019

Gente en lugares



Con Buñuel uno siempre tiene la sensación de quedarse atrás, pero en mi caso ya empezaba a ser sintomático, y me estaba dejando algunas de sus mejores películas sin saber muy bien por qué. Por ello, hay mini maratón del genio de Calanda de aquí al Sábado, porque me parece necesario para el normal funcionamiento de este blog y porque en realidad es un placer que he de procurarme. Y empezamos con uno de sus últimos trabajos, LE FANTÔME DE LA LIBERTÉ, una especie de delicia que Buñuel se dio cuando ya prácticamente podía hacer lo que le daba la gana (en Francia, eso sí) y que más bien parece una ampliación socarrona y desencantada del espíritu irreverente e incendiario de su "perro andaluz". Formada por unos particularísimos sketches, que se hilvanan hábilmente unos con otros, la película no deja títere con cabeza, y le atiza a todo: a la familia, a la policía, a los artistas, a los militares, los músicos, la escuela, la burocracia, el poder del sexo, las veleidades de la burguesía... Y, cómo no, a la Iglesia, que se lleva gran parte del escarnio de un Buñuel al que se le adivina sentado con media sonrisa envuelta en humo. Podríamos desgranar aquí los segmentos, que son muchos, pero es casi mejor atender al espíritu implícito en la poderosa intención, que no es otra que situarnos ante una situación absurda para que seamos nosotros mismos (si es que estamos dispuestos a hacerlo) quienes captemos el sentido de lo que parece un sinsentido. La policía se comporta como niños en clase; los frailes se escandalizan ante una escena sadomasoquista, pero que no dista mucho de sus propias flagelaciones; los invasores franceses no se conforman con el aniquilamiento español, sino que pretenden una última forma de ultraje: copular con una noble, muerta siglos antes. El asesinato indiscriminado se recompensa, y el francotirador bien podría ser un Lucanor de nuestros días; mientras, los niños son ignorados porque los adultos les vamos enseñando cómo mentir. Todo ello ocurre mientras un burgués sólo encuentra algo de belleza colocando arañas en unos muebles "demasiado simétricos", mientras sueña que la muerte le espera tras ocho horas de sueño, reflejada en la vacía mirada de un avestruz...
Magistral.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!