miércoles, 14 de octubre de 2015

El cine ansioso



En un principio no soy el más indicado para hablar de una película de Sion Sono, un director del que sólo había visto la excesiva y, para mi limitado entendimiento, ininteligible LOVE EXPOSURE. El japonés, que se propone estrenar a lo largo de este año nada menos que cinco películas, recoge la estela de otro paisano suyo, Takashi Miike, y, sin salirse de los (des)convencionalismos del cine nipón de última hornada, diría que su gran aspiración es encontrar un discurso propio y reconocible que lo desmarque del de otros. No es que Sono sea nuevo en esta plaza (lleva rodando casi tres décadas), pero su deriva es inversa a la de la mayoría de cineastas, ya que sus formas parecen radicalizarse en vez de integrarse en una narrativa clásica. El caso es que he visto JIGOKU DE NAZE WARUI? (estrenada como WHY DON´T YOU PLAY IN HELL?), de hace un par de años, y al menos no he acabado echando sapos y culebras, sino que me he encontrado con una declaración de amor al cine, a la idea misma de rodar, muy bestia, eso sí, pero con algunos momentos en los que Sono aparece como un niño enamorado, demasiado extasiado como para detenerse en florituras y reflexiones vacuas. Rodar a toda prisa, salvajemente, antes de poder decir "¡Corten!" y recoger para siempre. A través de un alter ego esquizoide, un (aspirante a) director de cine amateur, que empieza grabando a los pandilleros y termina con la suicida idea de registrar un enfrentamiento entre yakuzas, se despliega un relato multiforme, colorista y que avanza con una determinación que a veces falta en el cine europeo; una falta de complejos que le hace mezclar impúdicamente a la alfombra roja de Cannes, Bruce Lee (o KILL BILL... qué más dará), los traumas infantiles o los desparrames gangsteriles más excesivos de Scorsese. El resultado es (no puede ser de otra forma), una orgía de sensaciones yuxtapuestas, a veces estomagantes, que de repente sintetizan en momentos de extraña hermosura, como la forma en la que una antigua estrella de televisión infantil (que anunciaba dentífricos???) es capaz de someter cualquier voluntad masculina que se le antoje con una melodía que, de ñoña y repetitiva, acaba siendo la verdadera banda sonora de un film, ya digo, más entretenido de lo que me hubiese imaginado.
Anti-japos, empero, abstenerse...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!