martes, 1 de septiembre de 2015

La comida en el campo



Ahora, que para representar un seísmo, Hollywood tira de efectos digitales en los que se ven edificios derrumbándose y todo tipo de desastres, es ineludible aludir a los pequeños terremotos interiores, en los que se derrumbaban los valores de un sistema basado en la apariencia, y que se cobraba las víctimas más impensables. Era otro Hollywood, capaz de envolver odios latentes con brillantes siluetas; fragilidades endémicas con rostros impenetrables; y la represión sexual con litros de alcohol, que hacían las relaciones... menos animales. El cine americano tiende a elevar a sus personajes, en un acto digno de mitología, desde la mirada frontal y la humanidad terrenal, pero hay multitud de títulos (algunos más relevantes que otros) que buscan el efecto contrario, que es la apertura de rendijas en aquellos sólidos guiones, por los cuales puedan filtrarse los temores, debilidades y destinos de unos seres que se autodenominan como "humanos", por mucho que se haya blindado el endiosamiento o el artefacto. Uno ve, por ejemplo, PICNIC, la tórrida y explosiva película que Joshua Logan filmó hace ahora sesenta años, y encuentra rápidamente las conexiones con otros mundos que aparentemente no son colaterales. Pero sí, encuentra la perversidad de David Lynch más acusadamente que otras "obviedades" de baratillo; o al primerísimo Dogma de Vinterberg; o al Wong Kar-wai más arrebatado y enamorado de sus personajes. Estas transferencias, sean involuntarias o no, son las que provocan los verdaderos seísmos del celuloide, y lo hacen más eterno, eternamente renovable por transfusiones en corrientes alternas. PICNIC, la película en la que William Holden estaba más sexy que Kim Novak, fue como aquel Jarama ferlosiano, un tumulto al lado del agua, un deseo de confesión y escapatoria, pero sobre todo un trozo de pequeñas historias de pequeñas gentes, que quizá sólo quieren huir o establecerse, mentir o ser sinceros, amar o envidiar al amado. Un guion que no lo parece, por lo bien que fluye, y unos actores que parecen arrastrados por esa corriente, como si no pudieran hacer otra cosa más que dejarse llevar por los turbios efluvios de un día que podría haber sido otro día cualquiera... Y no lo es...
Cine, muchachos... Cine.
Saludos.

3 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Jodo, qué rosario de maravillas has engarzado. Tengo que cenar para poder decir algo (no soy digno) de esta obra maestra.

Mister Lombreeze dijo...

Jodo, qué rosario de maravillas has engarzado. Tengo que cenar para poder decir algo (no soy digno) de esta obra maestra.

dvd dijo...

Se te ha repetido la cena... Gracias, pero el mérito es de Logan y su equipo al completo...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!