sábado, 5 de septiembre de 2015

Comida rápida



El Tigre somos nosotros. Los que no sonreímos desde un cuadrado, ni caminamos evitando el contacto. Somos los que abrimos las calles y enchufamos los árboles para que los pájaros canten cada mañana. A veinte kilómetros de nuestra casa, el "evento"; al lado, licenciados color tulipán que maquean asfalto y fibra óptica. El que llama a nuestra casa no nos conoce, no es nuestro amigo; nuestro amigo es el que otro nos dice que es nuestro amigo. Es el tiempo de los intermediarios; mata a un niño y gobierna Europa; elimina a un intermediario y te enviarán a Papa Legba para cobrarte en libras de carne. El Tigre no se vuela la cabeza, ni desayunará tortilla de Seconal; tan sólo le molesta una cosa: que nadie aprecie aquellos recuerdos secretos que lleva años almacenando en los pliegues de sus arrugas.
Cuando es hora de los cazadores, ¡salvad al tigre!, grito yo. Y ese grito debe oírse por alguna razón, aunque ahora mismo no se me ocurre ninguna...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!