viernes, 4 de septiembre de 2015

Comida de fiambrera



Y, bueno, vayamos con la comedia, que si está bien hecha también es capaz de tambalear a las conciencias más imperturbables. BAREFOOT IN THE PARK tiene toda la apariencia de una comedia, huele como una comedia y aspira a regalarnos el rato agradable de la semana. Perfecto, no hay nada que objetar, excepto que además se trata de un vitriólico alegato contra los rancios conservadores de corazón que, no se sabe por qué, adaptan su apariencia social recubriéndola de tibios clichés que se apuntan rápidamente en cualquier tertulia televisiva. Sí, esos tétricos lugares en los que señores con coleta y mangas de camisa ahorman solaz vituperando a los de la raya al lado y el composite mojado por aspersores, y viceversa. Es lo que veo desde que una cachondíssima Jane Fonda le exprima los gerblè a Robert Redford, en lo que se atisba como trote cuántico tras un "no molestar", que debe ser la frase más obvia después del "¿He sido yo?". A partir de ahí, la pareja se traslada a un modesto apartamento, él no para, siempre trajeado, intentando poner en pie una mínima firma de abogados; ella, simplemente, es feliz enseñando las piernas y haciendo como que es bohemia. Luego, la bronca.
Suerte que Neil Simon era un escritor dotadísimo para el cambio de registro imperceptible e introduce a las dos guindas del pastel, la gran Mildred Natwick, que se come la pantalla cada segundo que aparece y ese marciano flamboyant que siempre será Charles Boyer. Ella es la madre, que se preocupa por su hija, y él... bueno, él es Charles Boyer. La inversión de papeles se torna casi de efecto vampírico, y los carcamales flotan por los tejados con naturalidad, mientras los recién casados, sin saber muy bien por qué, prácticamente terminan pidiendo los papeles del divorcio.
Parece leve y olvidable, la típica película para que tu novia te de cuartelillo. El final, una vez más, destapa su verdadero valor. Ese momento impagable en el que un Robert Redford completamente borracho (y descalzo, cómo no) se da cuenta del valor de las buenas pequeñas cosas, y de cómo éstas se van para no volver si no se las cuida... Sí, como si a Marhuenda le diese por... No, mejor dejémoslo...
Saludos.

2 comentarios:

David dijo...

No puedo ser objetivo con esta peli. La vi de crío (no tendría más de 12 años) y me pareció divertidísima...y además lo de Jane Fonda como está en la foto me dejó un poco eeeeeeeh (Luego además vendría Barbarella)... Revisándola después me siguió pareciendo maja peli. En una tercera revisión de hace unos años pues como que no era tan buena. Y eso que a mí Neil Simon me gusta (con decir que dos veces que tocaba ir al teatro preferí ir a ver adaptaciones suyas), pero esta no creo que sea de las mejores de él, pero lo dicho, no soy "objetivo" con esta peli, porque creo que es mejor de lo que es por el cariño que todavía le guardo.
Un saludito.

dvd dijo...

La película es absolutamente deliciosa, hecha con gusto, intención y un guion que va a toda velocidad. Lo que yo le veo, haciendo ya un trabajo de abstracción, es un poso de amargura tras la apariencia de comedia generacional, y la metamorfosis y el cambio de roles que se va operando en los dos protagonistas no es nada divertido, sino bastante triste.
Un peliculón, vaya...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!