jueves, 18 de diciembre de 2014

Mierda en oro



En un momento especialmente significativo de HISTÒRIA DE LA MEVA MORT, Casanova inquiere a la impasible presencia de un simple labriego sobre el valor real de las cosas; hunde las manos en un montón de estiércol y luego se dirige a un carrito lleno de oro. El hombre lo mira indiferente. Antes, el lúcido, anticristiano y juguetón personaje, que tanto juego ha dado a un siglo que no fue el suyo, el XX (y ahora también el XXI), se embelesa atragantándose con lo que le puedan ofrecer las posaderas de una de sus jóvenes concubinas; y en el momento central del film, se atiborra de granadas mientras explica a su iletrado sirviente que cada semilla que ingiera será un capítulo de sus memorias. Seguidamente, vemos al decadente y dicharachero Casanova sentado en su cagadero y apretando, mientras no puede reprimir suaves carcajadas. Quizá al fin esté escribiendo sus verdaderas memorias... Luego, este film-río (a la manera de Serra, sin nada que ver, por ejemplo, con Lav Diaz), a la vez frondoso y ligero, sublime y soez, se desparrama desde Francia hasta los Cárpatos; no entiendo con exactitud la confrontación entre Casanova y Drácula, puesto que ambas figuras ni siquiera llegan a encontrarse, excepto en el (pen)último fotograma, pero puedo concederle a este Albert Serra, más misterioso y elocuente que en HONOR DE CAVALLERIA o EL CANT DELS OCELLS, el que cada paso dado en su caótica búsqueda de la imagen no filmada, no sólo exista composición y hallazgo formal, sino algo parecido a un discurso intencionado. En este caso, la libertad en la que nos son mostradas estas ideas, a veces en exceso abocetadas, dificulta la construcción de un juicio crítico "al alimón". Esto, que minora la posibilidad de expansión, en cambio fideliza a un público que no por preparado ha de ser unánime per se. O mejor dicho: Serra explica con pocos aspavientos la falacia del arte sublime, mierda con apariencia de oro; mejor hundamos las manos en ambas cosas, en todo lo que podamos, si es posible...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!