sábado, 20 de diciembre de 2014

Madrid de los Austrias



Quienes vieron STOCKHOLM y la incluyeron en los Goya no se percataron de que podrían estar ante un interesante punto de comienzo para algo parecido al cine que debería hacerse con más asiduidad, el que mira al talento y no al presupuesto; un cine que celebra sus limitaciones en vez de llorar por no poseer... pues eso, posesiones. La película está muy bien construida, inserta varias sorpresas, fundamentalmente de guion (su gran punto fuerte) y es capaz de conseguir que al fin estemos atentos a qué tienen que decir dos actores españoles en un duelo dialéctico. Habrá a quien le suene a la enésima machada afrancesada, pero sea porque en este país eso no se lleva o porque en realidad quedan muy pocos buenos guionistas, yo diría que esto es otra cosa, un intento de inmersión en un océano de (peligrosos) tópicos y lugares comunes con la esperanza casi heroica de que pueda surgir otra cosa, como así ocurre. Chico conoce chica, pero la chica no quiere conocer al chico; el chico insiste, ella le esquiva. Como todo sucede en un inteligente encadenado que no cesa de perseguir a ambos personajes, el espectador intuye que ha de verse transportado a algo que normalmente en el cine español es un gatillazo, pero que Rodrigo Sorogoyen encara con fiereza y convicción, porque no sólo hace hablar a sus personajes, sino que (oh, aleluya) los hace pensar. Nunca un paseo nocturno, un flirteo, una locura por un polvo, una conquista y, finalmente, una taza de café en una azotea, mientras el cielo se pinta a sí mismo sobre el Madrid de los Austrias, dijeron tanto sobre lo solos que estamos ante nosotros y los demás ¿O quizá es que es así siempre?...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!