sábado, 27 de diciembre de 2014

Gente sin aficiones



Mientras me como una bolita de coco, pienso en si no será verdad que Shane Carruth a lo mejor sí es tan inteligente como parece, aunque diez años no le hayan bastado para empezar a usar la narrativa como arma esencial de transmisión de conocimientos. UPSTREAM COLOR es fría, inmóvil, hermética, aburrida, intrascendente y algo tristona; una historia de amor entre dos personas que no se ríen no puede empezar con un ladrón que usa gusanos como arma de coacción, ni puede presentarnos a un émulo de Klaus Schulze que cría cerditos o una piscina que tiene cascotes en el fondo, por mencionar algunas cosas que salen en este ladrillazo repleto de montaje epiléptico (cómodo porque los actores no deben aprenderse una sola línea), música de maquinitas y muebles de Ikea. Aunque lo más curioso sea cómo los directores actuales (sobre todo los que van de modernos) se sacan de la manga un estado de las cosas completamente novedoso, donde nadie habla por el móvil, ni ven la televisión, ni tienen vecinos, ni familia... Todo estupendamente abonado para hablar de viajes astrales en el tiempo y que parezca que no es una experiencia mística. Pero lo es ¿Que a usted le gustó?... Pues muy bien, pero entonces le tocará contárnosla y explicárnosla a los que nos quedamos con la misma cara que cuando Rajoy intentó explicarnos que la luz, en realidad, no ha subido...
Rara... rara... rara...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!