viernes, 19 de abril de 2013

El que juega a los dados



En la creación literaria (o al menos se pone de manifiesto más claramente) parece como si importase menos la utilización de la libertad (y en su sentido más [¡atención!] estricto) para conformar una obra finalmente más personal, menos acomodaticia; aunque terminaríamos antes con ese gran atajo que, curiosamente, en el cine sí sirve como indicativo: "La autoría" ¿Qué hace, por ejemplo, que un western, sin salirse de las constantes más puras de su "género", sea considerado unánimemente como una obra "de autor"? ¿Es que no lo es, asimismo, una novela de Raymond Chandler? ¿O es que ha de obrarse una operación de (auto)desmembramiento retórico/formal definitivo? A mí no se me ocurre un mejor ejemplo para suscitar debate (no controversia, no inacción, no polémica; jamás pecado de rancio purista) que esa obra inasible, polisémica y dislocada (sé que uso mucho este engendro de adjetivo, pero hoy es irrenunciable) que es C'ERA UNA VOLTA IL WEST. Más que un western, un vistazo al maelstrom cinegético, intelectualmente animal, de cómo se subvierte todo un universo previamente concebido sublimando cada rasgo diferenciador y arrastrándolo, incluso a la fuerza, hacia una aridez definitoria que sólo desde hace muy poco tiempo un cinéfilo medio es capaz de rastrear en "autores" (ja!) de cualquier otra forma ajenos al género en sí mismo (véase, por ejemplo, el intento de explicación por mi parte en MEEK'S CUTOFF, de Kelly Reichardt). Ahora bien, una vez superados los escollos estilísticos, semánticos y hasta morales, lo que queda es un apabullante relato de venganzas en su mayoría consumadas; un retrato de la maldad que no busca al héroe si no es estrictamente necesario, y sólo una vez han quedado atados los interminables cabos sueltos de un diabólico guion firmado por Dario Argento, Bernardo Bertolucci y el propio Leone. Una película inolvidable e infaltable si es que se quiere comprender por qué un director de cine se complicaría la vida hasta lo exasperante con tal de dar la vuelta por completo a un género que apenas permite concesiones de cara a la galería. Su construcción de personajes, partiendo de una introspección cuasisilente, ha sido después infinitas veces imitada; pero sigue llamándome poderosamente la atención la calculada azarosidad de sus tiempos, cómo Leone es capaz de "encajar" milimétricamente a personajes que a primera vista casi no deberían estar ni en ese lugar ni en ese momento. Sí, su arranque es espectacular, pero no es más que un aviso jugosamente  extemporáneo acerca de la avalancha de sensaciones que están por venir en sus intensas doshorasymucho. Henry Fonda queda inmortalizado como lo más cercano que el western ha rozado como el mal absoluto, mientras, paralelamente, se narra la misteriosa, fantasmal presencia de Charles Bronson y esa demoníaca armónica; o se desarrollan los perfiles mucho más terrenales de Jason Robards y, sobre todo, Claudia Cardinale, que redimensiona por completo la chocante marginalidad sufrida por los personajes femeninos en este tipo de historias. Hablamos de un grandioso western (casi me da urticaria emplear lo de spaghetti), un fresco de proporciones poco menos que bíblicas, además de un tratado (como avisábamos al principio) acerca de las proporciones adecuadas para que la insumisión creativa no acabe devorando al "autor" como sujeto. Enorme película, amigos...
Saludos.


P.D. < ¿He mencionado algo sobre un tal Ennio Morricone?...


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dejas caer la música, y tu comentario merece que suene.

Saludos.

http://www.youtube.com/watch?v=qgZl4TzPV_k

dvd dijo...

Qué barbaridad...

Anónimo dijo...

Es una barbaridad de película total. La he vuelto a ver, y por citar una secuencia: el enfoque de la Cardinale tumbada a través de los bordados del dosel de chantilly negro. ¿Se puede expresar el luto en un desértico Oeste americano de una forma más poética? Y con esto sonando. Eso es arte.

No, ponle el apellido spaghetti, sin complejos, si es hijo y pariente de la sémola.

Mister Lombreeze dijo...

Esto es Historia del Cine. Hito cinematográfico.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!