jueves, 27 de septiembre de 2012

Porque yo lo valgo



No hay una cosa que cause mayor desasosiego en esto del cine que la casi ciega aceptación de que "todo" el cine clásico contiene una cuota de calidad difícilmente cuestionable, mientras que las risas nos las echamos siempre a partir del último cuarto del siglo XX. Esto no sólo es falso sino que limita las posibilidades de cualquier joven aspirante a cinéfilo a crearse una opinión lo suficientemente desarrollada e independiente; y no únicamente porque existen abismos irreconciliables entre un film de 1950 y otro de 2007, las chapuzas, aun vestidas con el aroma del cine clásico, han existido desde siempre. El ejemplo de hoy es un demencial melodrama filmado por William Dieterle hace sesenta y dos años y titulado SEPTEMBER AFFAIR y que narraba las locuelas andanzas de un ingeniero (Joseph Cotten) forrado hasta las cejas y aburrido de su convencional vida marital y una pianista (Joan Fontaine, más laxa y ausente que nunca) cuyas preocupaciones consisten en cruzar el Atlántico y aletear pestañilmente. Así las cosas, ambos dos se enamoran e intercambian fluidos en una Italia tercermundista en la que no paran de repartir limosnas, pero a la hora de volver a la patria deciden darse un gustazo p'al body y quedarse un poco más, como tontos que son, claro. Pues resulta (y esto ya es el colmo) que se enteran de que su avión se ha estrellado y a ellos dos les han dado por muertos... ¿que van a llamar a sus familiares y tranquilizarlos? Nooo, hombre; mejor aprovechamos la ola y nos quedamos a vivir de estranjis en Italia y a mi mujer y a mi hijo que les den morcilla. Ustedes pensarán que exagero, pero la película es tal que así; e insisto: ubíquenla cincuenta años más tarde y les sale una bazofia "antenatresil" de después de comer. Y eso que no he dicho nada de la sonrojante apropiación de cierto momento inmortal con un piano y una canción envuelta en humo... Busquen los parecidos...
Saludos para no tomarse muy en serio.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!