sábado, 22 de septiembre de 2012

En un mundo globalizado...



Apenas transcurrido un año de la catástrofe del World Trade Center, un grupo de directores provenientes de todo el mundo (once, para redondear) se agruparon para rodar once cortometrajes sobre el suceso y con una sola premisa: libertad total de movimientos. Suena bien, pero si algo constata 11' 09'' 01 - SEPTEMBER 11 es que la libertad duele. Duele moverla, y es costoso desperezarse y utilizar un buen día lo que otros llaman "transgredir"; y en un film coralmente rodado, esto se nota aún más.
La cosa comienza con la iraní Samira Makhmalbaf, directora habitualmente aplastada por la devoción que parece deberle a sus grandes maestros, y que muestra un campo de refugiados afganos en Irán, donde los niños han de ser literalmente arrastrados del trabajo a la escuela y donde una resignada maestra intentará dar una explicación de tolerancia a los niños tras el 11-S. Salvaría (aunque no se extiende demasiado en ello) el extraño efecto de esos niños bromeando aunque sin parar de hablar de muertos, muertes, atentados, dios y esas cosas...
Luego viene Claude Lelouch, que ya me mosqueó un poco, puesto que el francés parece abonado a cuanto film coral se presente y sea cual sea la temática. Se trata de la historia de una pareja que vive en New York; ella es sordomuda (por un momento la confundí con Marlee Matlin) y él es guía en el WTC; la pareja está a punto de romperse y él sale esa misma mañana hacia su trabajo... Poca transversalidad y mucha taza humeante cogida con las dos manos... Lelouch... Le gustará a la gente que dice de sí misma ser madura.
Atención. El tercer segmento está dirigido por el egipcio Youssef Chahine, al que se le puede aplicar la misma ecuación que a Lelouch. Es lo peor que he visto en décadas... ¡En décadas!... No voy a explicar nada, pero en un momento dado sale el fantasma de un marine jugando al volley playa... Esperpéntico...
En el otro extremo de absolutamente todo, el interesantísimo Danis Tanovic se equivoca de medio a medio; no en lo que rueda, que es fabuloso, sino en hacer un corto muy demasiado corto. El devastador y hermosísimo silogismo que logra entre la masacre de Srebrenica, las mujeres que cada día once realizan una manifestación llena de indignación, y el demoledor recibimiento de las noticias desde New York hubiese necesitado un mayor desarrollo. De ahí habría salido un gran largometraje, pero no sé si eso es bueno o es malo, claro...
Unos niños creen haber visto nada menos que a Bin Laden en el mercado de su pueblo en Burkina Faso. Ésa es la surrealista premisa que sirve al director Idrisa Uedraogo para contar una especie de cuentecito "spielbergiano" y, de paso, denunciar las calamidades de su país, ante las que, posiblemente, la muerte de dos mil norteamericanos pueda ser poco menos que una anécdota. Me gustó el sentido del humor tan sano que destilaba, muy africano...
... y llegamos a Ken Loach, cómo no... Curiosamente, no es lo peor ni con mucho, pero aquí ya se ven las intenciones desde el principio mismo. Un refugiado chileno escribe desde Londres una carta a los afectados por el 11-S, recordándoles que en su país ya hubo otro en 1973, donde todos los valores de la democracia electa fueron aniquilados por la represión fascista sufragada por... tachán: Los Estados Unidos de Nixon y Kissinger. El problema de Ken Loach es que no descubre nada, porque eso lo sabe todo el mundo; y el problema de Loach es también que se olvida de que un buen director no debe ser el protagonista de lo que filma, y todo en el cine de Loach es el cerebro de Loach, la mirada de Loach y hasta el carné de identidad de Loach... Y uno queda exhausto, la verdad...
Alejandro González Iñárritu. Sí, aquí, ustedes lo saben bien, le he dado al mexicano por todos lados. Para mí es un fraude como Manolo García: sólo cuenta una cosa y de la misma manera. Y sin embargo... Efectivamente, Iñárritu firma el mejor segmento; un desapasionado y tenebroso crescendo fundido en negro en el que la imagen no importa y el sonido (una diabólica mezcla de cantos religiosos, noticias de la CNN y simples gritos de terror) se adueña de la pantalla, ante la que sólo podemos permanecer expectantes y que se ve punteada por escalofriantes parpadeos en los que el horror queda grabado a fuego. Muy muy arriesgado y muy aplaudible viniendo de quien viene. Aunque, seamos justos, aún era "sólo" la época de AMORES PERROS...
Del israelí Amos Gitaï podemos decir sin equivocarnos lo mismo que de Chahine y Lelouch. Un plano secuencia, señor Gitaï, no es coger un cámara y ponerse a grabar lo primero que salga. Si usted quiere filmar un plano secuencia puede preguntarle a un tal Alexander Sokurov, que filmó uno de 95 minutos absolutamente deslumbrante. El suyo, de apenas diez, da vergüenza ajena...
La directora india Mira Nair, en cambio, parece consciente de sus muchas limitaciones poéticas y prefiere rodar un pequeño relato acerca de las dificultades de ser musulmán tras el 11-S. Buen trabajo de actores, pero lo cierto es que su excesivo convencionalismo borra cualquier expectativa de ver algo "nuevo".
Sean Penn y Ernest Borgnine y una habitación y una maceta son más que suficientes para registrar la otra joya del film. Penn dirige con sensibilidad milimétrica (y "eastwoodiana", si se me permite) al recientemente desaparecido Borgnine para contarnos una desarmante y hermosísima historia de amor y ausencia. Aquí, el 11-S es apenas una excusa, casi no roza la historia excepto de soslayo, pero esto remarca de alguna manera  lo que su director quiere transmitirnos, que es un hombre incapaz de soportar la ya larga ausencia de su esposa y cuya soledad es palpable en apenas un puñado de gestos cotidianos. Y luego esa conclusión... Pffff, se me pone la carne de gallina de recordarlo... MARAVILLOSA. Y maravilloso Borgnine...
Efectivamente, esto tendría que haber terminado aquí, pero por ignotas razones, el capítulo o segmento o cortometraje o lo que ustedes quieran que cerró este paseo por la catástrofe, poco o nada tiene que ver con la misma. Shohei Imamura, insobornable como siempre, se saca de su enfermizo e inclasificable imaginario la delirante historia de un tipo que volvió de la Segunda Guerra Mundial convertido en serpiente... literalmente. El tipo se arrastra por el suelo, come ratas y muerde a sus familiares, que no entienden nada. Yo tampoco, pero es poco menos que subyugante acabar un retrato coral acerca del suceso que, según "lo establecido" iba a cambiarnos nuestra percepción del mundo (menos mal que no ha sido así), con lo que en realidad le pasa a la gente que es obligada a participar en guerras, atentados y otras lindezas: que se vuelve majareta. El segmento de Imamura es una ida de olla, sí; pero también es remarcable que todo esto acabe con una frase que te pega en las narices como un puñetazo que no esperas: "No existe guerra santa"... Amén.
Once saludos.



2 comentarios:

Rosa Ortega Díaz dijo...

Acabo de ver el corto de Penn, poesía visual, conmoverdor. Digno de "Atados en corto". La vitalista metáfora de la maceta. Un saludo.

(¿Hasta aquí el 11´S? ¿Perrera? ¿Podemos ir ya en paz, pater?)

miquel zueras dijo...

El episodio de Borgnine es sin duda lo mejor, sibrecogedora la escena en que se encuentra en su habitación sin la sombra de las Torres Gemelas. Fantástico. Saludos. Borgo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!