sábado, 21 de abril de 2012

Resta de talentos



Si pudiésemos elegir un título para intentar describir qué diablos puede significar la decadencia en el cine, no como un estudio sobre la misma sino la decadencia misma explicándose inconscientemente, yo no dudaría en señalar al menos uno por encima de los demás, y sería la bizarra coproducción que en 1990 unió a dos talentos tan alejados el uno del otro, como son George A. Romero y Dario Argento. DUE OCCHI DIABOLICI, o TWO EVIL EYES abordaba dos de los más famosos relatos de Edgar Allan Poe, "La verdad sobre el caso del señor Valdemar" y "El gato negro", enclavándolos en la era actual (bueno, en aquellos cochambrosos inicios de los noventa, claro) e intentando darles un giro imposible, primero porque por entonces tanto el italiano como el estadounidense no pasaban precisamente por su mejor momento, pasadas las premuras del giallo y viviéndose la estandarización del "fenómeno zombie". En el primer relato, Romero hace lo que puede con una puesta en escena excesivamente rígida y una nomenclatura exenta de mitos; afortunadamente, su morboso sentido del humor salva gran parte del despropósito, además de esnseñar(nos) a aquella Adrienne Barbeau en todo su esplendor, que no es poco; de traca es la "terrorífica" aparición de un Valdemar ultracongelado y gimiendo por los rincones (el frío le impedía, claro, despegar los labios). En el segundo segmento la cosa es aún peor, Dario Argento se olvida por completo de la compleja estilización que le diese fama y fortuna entre los setenta y los ochenta y recluta a un canijo Harvey Keitel que seguía esperando a Tarantino desesperadamente; le puso boina, camara analógica y una psicología rayana en lo agropecuario... Así, mientras hace sus fotitos con esa expresión tan suya de "podría romperte un brazo o invitarte a un café", se las apaña para esconder el cadáver de una muchacha sin reparar (nosotros sí, querido Dario) que el McGuffin es mejor que no maúlle tanto... en fin, una extrañeza de esas que sólo se pudieron dar en los noventa (recuerdo ir al cine nada menos que una mañana laboral...) y que impulsan a los creadores actuales a una esperanzadora disquisición; y es que cualquier tiempo pasado también pudo ser una puta mierda...
Saludos emparedados.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!