lunes, 9 de abril de 2012

Latidos artificiales



A mí, la nueva versión de ASTROBOY, el mítico manga de Osamu Tezuka, me parece una película realmente espectacular, así que no me explico cómo ha pasado tan desapercibida... o sí. Porque ASTROBOY carece de algo que es lo que lleva conformando el cine comercial más estúpido desde hace años: condescendencia. Ésta es una película que tiene diálogos, donde cada personaje tiene su peso específico, que acelera cuando debe hacerlo (a veces con un ritmo trepidante y, ojo, nunca confuso) y que además aporta un interesante punto de vista desde el segmento técnico. Como si de un A.I. más aventurero se tratara, lo que David Bowers propone (anoten este nombre para los próximos años) es la búsqueda de sentido a una vida concebida para sustituir a otra vida, la del hijo fallecido de un científico. Y claro que hay glorioso 3D en persecuciones aéreas, y un tremendo despliegue del arsenal que el pequeño robot contiene casi sin saberlo, sobre todo en unos minutos finales demoledores y no exentos de buen humor, pero los mejores momentos están en la aceptación del niño biónico de su propia naturaleza, cuando ha sido programado con todos los recuerdos del hijo verdadero; el eterno dilema acerca de las vidas artificiales que tanto abundan en la literatura (y el cine) de ciencia ficción y que cobran nuevos bríos en esta película absolutamente recomendable para pasar un rato mucho más que entretenido, palabra. Quién lo diría, viniendo de donde viene y yendo donde va.
Saludos artificiales.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!