lunes, 14 de noviembre de 2011

Enredos y situaciones



DON McKAY dura aproximadamente 90 minutos. Su atropellado comienzo la emparenta a cualquier comedieta norteamericana costumbrista; con sus personajes ligeramente estereotipados, su argumento que promete mucho más de lo que muestra... La continuación se tiñe repentinamente de negro: sus diálogos dejan de ser costumbristas y buscan en el libro de estilo que han depurado, por ejemplo, los hermanos Coen (véanse, mayormente, FARGO y BLOOD SIMPLE). El final demuestra una realidad incontrovertible: una cosa son las (buenas) intenciones y otra que todo conduzca hacia un todo no sólo bien encajado, sino que además aporte algo a la modernización de los géneros. Quizá sea pedir demasiado, porque DON McKAY podría funcionar como obrita de teatro, pero se diluye insustancialmente en su incomprensible dedicación a caerle bien a casi todo el mundo. Es un engaño con una herencia de por medio; unos personajes levemente siniestros que intentan aprovecharse del pobre Don, en realidad un "Don Nadie" un poco forzado, un limpiacristales con apariencia de otra cosa que es reseducido por una supuesta novia de hace nada menos que un cuarto de siglo. Es lo de menos, lo hemos visto decenas de veces y mejor recreado; tan sólo podría destacar al septuagenario M. Emmet Walsh, en uno de sus últimos papeles, y la probabilidad de que Golberger, en un futuro no muy lejano, dé con cierta regla (tópica o no) mediante la que depurar unas ideas excesivamente atropelladas, sobre todo teniendo en cuenta que tampoco son tan ambiciosas. Esperaremos.
Saludos "reseducidos"... qué palabra más extraña me ha salido...

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!