miércoles, 14 de abril de 2010

Espadas y pistolas

Lo que suele obnubilar al saturado seguidor del cómic es, más que nada a la hora de un sensato enjuiciamiento, el terrible, soterrado y enigmático error temporal-esotérico-social de que no hay, nunca hubo, un referente estético para lo que es en sí (eso creen) referente iniciático, poseedor de un mundo propio. Y son obras maestras las que sacan de este error a dichos exégetas; obras como LOS SIETE SAMURÁIS (SHICHININ NO SAMURAI), donde se conjugan los deseos colmados del "gran narrador" y el "pirómano obsesivo, llamado creador visual". Se unen ambas vertientes en la vorágine imparable imaginada por Akira Kurosawa para ofrecer uno de los espectáculos más grandiosos que ha dado esto del cine; un cuento terrible sobre la codicia, la justicia, la venganza, la valentía y la cobardía, la insensatez y la cordura; cada fragmento del alma humana queda condensado en una historia tan densa como sencilla, tan magnética que sus más de tres horas se hacen cortas y dejan al privilegiado espectador con ganas de más.
Asistimos, pues, a la decadencia de los antes orgullosos samuráis, sin trabajo ni perspectivas, hacinados en torno al juego, el alcohol y las disputas constantes; un grupo de ellos es reunido por un raro y virtuoso líder para un aparentemente absurdo proyecto: luchar contra un ejército de saqueadores que devasta periódicamente una miserable aldea. El beneficio no pasará del mero sustento y saben que se juegan la vida; y he aquí el hallazgo filosófico del film, cómo la decadencia sin salida da paso a una especie de redención terrible, quizá sin otro propósito que el de la sangre por la sangre, un buen acto de justicia sin espera de recompensa. Por el camino, los samuráis reflexionarán acerca del sentido de las armas, el porqué de los conflictos, el honor como tabla de salvación, la camaradería y su valor a medida que la muerte se acerca. Toda una lección de cine narrativo que además anticipa muchas claves de lo que luego iría progresivamente tomando forma, estéticamente hablando, como lo que hoy conocemos con un apelativo tan reduccionista como "cine de acción". Porque LOS SIETE SAMURÁIS es una película condenadamente ágil y entretenida, pero contiene algunas reflexiones que trascienden al mero tópico y lo elevan interactivamente.
Y mañana nos vamos al Oeste...
Sayonara...

4 comentarios:

elprimerhombre dijo...

Usted me perdonará si le digo que no he visto LOS SIETE SAMURAIS, ni tampoco RASHOMON, ambas de Kurosawa. Ya sé que lo que estoy diciendo es un pecado, además las tengo en mi poder, pero me tengo que poner a verlas algún día. A decir verdad, de Kurosawa sólo he visto RAN y la verdad es que se me hizo bastante pesada (ahora quizás ya se haya estirado de los pelos).

Un saludo!

Eduardo dijo...

@elprimerhombre. Los Siete Samurais es posiblemente la más fácil. Si tiene usted un mínimo de interés por Japón y le gustó la cersión americana (los siete magníficos), no lo dude. Sólo que mucho más profunda y japonesa.
Rashomon es una reflexión sobre la verdad, el crimen, la desesperación y la justicia.
Ahora, volviendo a DVD... Sr Dávila, resume usted perfectamente la cuestión reflexiva de la cinta. Es una cosa muy japonesa la redención por el sacrificio personal. Una manera elevada de librarse de la vergüenza que supone la miseria moral y económica en la que viven. Pero no nos cuesta entender a los europeos la mística de la muerte antes que la deshonra. A mí el asunto me fascina desde el punto de vista antropológico y literario. Mishima se dejó llevar por él. Y los 47 Ronin de Mizoguchi es otro ejemplo de lo mismo. El otro día ví sus tumbas...

Eduardo dijo...

Por cierto, que a ver si me cambia el color de las letras de los comentarios, porque no hay manera...

dvd dijo...

Nunca es tarde si la dicha es buena... (comentario chorra pero válido para ambos dos)...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!