lunes, 16 de febrero de 2009

Michael York

Sólo a un maestro como Billy Wilder se le puede perdonar cerrar su imponente filmografía con una película como FEDORA. Bueno, la penúltima, para ser exactos.
FEDORA no es más que el infructuoso intento de Wilder por refinar lo irrefinable. Porque no se puede mejorar SUNSET BOULEVARD... no, no se puede. Ni contando de nuevo con el gran William Holden (en el ocaso [paradójicamente] de su propia carrera); ni desplazando la trama a los sugerentes espacios de la isla de Corfú; como tampoco funciona la apropiación del viejo maestro de una estética más moderna (1978) o intensificar el lado cómico de una historia trágica y decadente.
Y si vieron aquella obra maestra que giraba en torno a la FASCINACIÓN y su decadencia, ya lo saben todo sobre FEDORA, a la que se presenta en todo momento más como un fantasma, un mito, que como una persona. De nuevo aparecen aquí las manipulaciones a cargo de unos aprovechados que basan su existencia en la figura de la enigmática actriz a la que nunca vemos el rostro, sólo que el giro final a lo "Daphne du Maurier" significaría el reverso jocoso del desolador destino de Norma Desmond.
Ah, el detallito que Wilder introduce como desestabilizante formal viene de la mano del actor mencionado en el título de la reseña, que se interpreta a sí mismo y que supone, posiblemente, lo más interesante de un título menor para Wilder pero inalcanzable, seguro, para muchos geniecillos así autoproclamados.
Pues no les queda...
Saludos con gafas, pamela y foulard...

1 comentario:

Kinezoe dijo...

Muy cierto lo que dices. Fedora no tiene casi razón de ser habiéndose hecho antes un peliculón titulado El Crepúsculo de los Dioses. Pero Wilder es Wilder y la edad es la edad. Se lo perdonamos.

Dicho sea de paso, aun siendo la primera un título menor, ya lo querrían haber firmado para sí muchos directores...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!