miércoles, 25 de febrero de 2009

Educación sentimental y otros desprejuicios

Hay un mal en el cine más reciente (bueno, hay un montón de males, la verdad) que pone al descubierto su faceta más engreida e infantiloide: el mal de creerse descubridor de algo o pensar que aún hay cosas originales por hacer. Y es que se pueden batir diversas corrientes, fundirlas, alearlas, maquillarlas y hasta disfrazarlas ingeniosamente... pero todo está ya dicho, y si no, atentos.
Se coge el realismo mágico de Gabo, se le añaden unas gotas del humor silente del gran Buster Keaton, aderezado con la arqueología excesiva y sexual de Fellini y obtendremos una película crucial del cine europeo que en la década de los sesenta intentó cambiar un modelo anquilosado de pensar. Checoslovaquia fue uno de los epicentros de dicha revolución cultural y Jirí Menzel su más destacado y original representante. OSTRE SLEDOVANÉ VLAKY (Trenes rigurosamente vigilados), su obra cumbre.
En un curioso juego de correspondencias, la mayor parte de las veces ignoradas, ecos de todo lo anteriormente descrito se apilan en una película jocosa y vitalista sobre el despertar sexual de un joven que se hace ferroviario para escapar del alistamiento en plena segunda guerra mundial. Al mismo tiempo, con sólo aguzar un poco la lupa, algunos títulos recientemente sobrevalorados afloran y pierden su más que discutible encanto. Porque ahí está lo que (inconscientemente) se ha aplaudido en AMELIE, las coreografías dentro de la propia narración que dan lustre y hacen simpático lo irreconciliable. Así como el incomprensible progresismo "porque sí", rígido y asmático, de buena parte del cine español dedicado a la guerra civil, con sus despertares y lacrimoserías, pero con un 0% de aporte propio y reconocible. Y todo esto dota aún más, si cabe, de mayor enjundia al título de Menzel, aparentemente ingenuo pero con una gran carga de profundidad, la que logra que en la única aparición de algunos soldados nazis, prácticamente al final, nos recobremos del sueño en el que hábilmente hemos sido introducidos y volvamos a la realidad, que es una pequeña estación fronteriza perdida en algún sitio de centroeuropa, pero también símbolo de la Europa que luego quiso ser y sólo se quedó en un loable intento a medias.
Saludos por la vía.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!