sábado, 6 de febrero de 2021

Los nombres extraños


 

26 años tenía Noah Baumbach cuando dirigió su ópera prima, KICKING AND SCREAMING, un collage sorprendentemente maduro sobre una generación (o al menos una parte de ella) con la que algunos nos sentimos especialmente identificados. Bajo la excusa del año de graduación universitario, el director neoyorquino indaga en las personalidades de un grupo de amigos, justo antes de decidir qué diablos van a hacer con sus vidas. Recordemos que estamos en 1995, y aquí no hay móviles, y de hecho la tecnología ni siquiera tiene un papel relevante, y sí las continuas conversaciones en bares, humo y alcohol (porque aún se fumaba en los bares), dudas existenciales, rupturas de parejas, rupturas de amistad, y una inacabable colección de sentencias más o menos pretenciosas, pero que no dejan de tener su gracia. Se trata de una película hecha a trompicones, con multitud de defectos y un evidente ansia por meter cada referencia, cada golpe de inspiración. Por allí nadaban Rohmer y Allen, y uno cree estar viendo una especie de refrito cultureta de "Friends", por poner un ejemplo; pero Baumbach es un tipo con talento, siempre lo ha sido, y, incluso en una obra tan temprana, ya surgían esos golpes de genio tan característicos de su cine. Tras los diálogos absurdos, pisados, pedantes como un niño con bigote, hay tiempo para bajarla al suelo y soltar un par de bombas emocionales, no tan intensas como en obras posteriores, pero con el mismo poder evocador de ese tiempo que, cuando queremos darnos cuenta, se ha escapado para siempre.
Muy disfrutable si uno fue joven en los noventa, si no no se entiende nada.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!