viernes, 5 de febrero de 2021

En un semitono diatónico


 

HOSTILES, de 2017, supuso una nueva variación, en clave de western, de las posibilidades del relato empujado hacia sus límites. O mejor dicho, una mirada hacia el género más clásico desde un lugar muy posterior, que no puede conquistar lo ya hecho. Así, subyace un problema de fondo y muy generalizado en los últimos tiempos; Cooper tiene todos los elementos para construir ese gran relato, pero prefiere maximizar cada franja estructural en una odisea que va perdiendo importancia mientras añade componentes. Podría haberse quedado en el desolador arranque, con una mujer devastada tras perder a toda su familia en un salvaje ataque comanche. O en el duro carácter del capitán Blocker, obligado a traicionar sus convicciones al encomendársele la misión de trasladar a un moribundo jefe cheyenne hasta su tierra sagrada de Montana, sólo para ser enterrado allí por su familia. Pero en un incomprensible arrebato de suficiencia, Cooper va suavizando las imponentes interpretaciones de Rosamund Pike, Christian Bale y Wes Studi, y sus personajes sufren una transformación difícil de creer. Ni vemos el sufrimiento, ni el rigor, ni la dignidad, sino su utilitarismo para ir de una emboscada a un tiroteo, o de una muerte a un reencuentro, con algunos personajes secundarios que pasan sin ningún peso específico (que alguien me explique qué significa el insustancial personaje de Thimotée Chalamet, o el desperdicio de Peter Mullan y Ben Foster). En definitiva, una película demasiado larga, demasiado grave (para lo poco que cuenta), y también demasiado confusa, por lo que no me extraña que pasara desapercibida en su momento, aunque este director aún conserve arranques de muy buen cine cuando no se pone trascendente.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!