lunes, 18 de enero de 2021

Más allá de los géneros


 

Qué estimulante resulta redescubrir una película como WHILE THE CITY SLEEPS, aquel film en el que Fritz Lang, aposentado en su larguísima trayectoria (hablamos de 1956), jugueteaba con la absoluta subversión de los géneros, curiosamente desde un aparente estilo artesanal. Puede que para demostrar la prevalencia de la mirada del autor, lo cierto es que estamos ante un film rabiosamente moderno, rompedor, al que no le importa lo más mínimo descubrir al asesino en los primeros fotogramas (la autorreferencia a M es palmaria), para abandonarlo durante la práctica totalidad del metraje, y apenas rescatarlo para un desenlace tan genial como inesperado. Y es que esta película va de otra cosa. Por mucho que el cartel publicitario distrajese con el "asesino del pintalabios", lo que de verdad importa es la destructiva y muy shakesperiana tormenta destada tras la repentina muerte del magnate de un grupo de ámbito periodístico, de complicado equilibrio. El hijo y heredero es un vividor que no tiene ni puñetera idea de llevar un periódico; el director es un veterano padre de familia; el responsable de las noticias un arribista sin escrúpulos; y el director de la parte gráfica pretende acceder al puesto básicamente porque se acuesta con la mujer del nuevo jefe... Todos lo ambicionan, y todos se lanzan cuchilladas, aunque el favorito del difunto era un simple redactor, poco ambicioso, algo bebedor, y que aspira poco más que a casarse con una secretaria de la redacción. Y todo ese ambiente está maravillosamente retratado por Lang, con un ritmo que no da tregua, entre pullas cainitas, cuernos prácticamente consentidos y ese asesino reconvertido casi en McGuffin, incluso como mero instrumento para lograr el codiciado premio para quien descubra su identidad. 
Otro punto fuerte es su elenco, impresionante. Dana Andrews, Vincent Price, Thomas Mitchell, George Sanders, Ida Lupino o Rhonda Fleming, que componen un corolario multicolor de caracteres, contradicciones y multitud de dobles sentidos, verbigracia del eléctrico y sucio guion de Casey Robinson, aquel hombre del renacimiento que apodaban "maestro de la adaptación".
No se hacen películas así, precisamente cuando deberían hacerse así...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!