jueves, 21 de enero de 2021

Mao Mao


 

Más allá de las imágenes, combativas, incómodas, fuera de cualquier contexto socio-temporal, lo que late en LA CHINOISE es la duda, la puesta en duda a partir de la invalidez de cualquier vigencia. Los estudiantes no se acomodan, y en su pequeño piso idean revoluciones, asaltos, atentados; un poco más tarde, un profesor universitario, antiguo represaliado por posicionarse en favor de la independencia de Argelia, rebate a una estudiante, o mejor, la pone frente a su propias ideas, y le enseña el callejón sin salida: no puede haber revolución sin renuncia. LA CHINOISE es puro Godard, una idea hecha cine, un concepto horadado, maleado, desfondado hasta sus últimas consecuencias. Lo más lejos que un artista puede estar del panfleto, o la única fórmula válida para exigir un cambio desde las barricadas culturales o la exégesis del pensamiento moderno. En mi opinión, sobre todo, es un contrato antimoderno sobre la modernidad, y una lúcida exposición de las hermosas mentiras que tejen nuestra sociedad desde hace tanto tiempo; sin lágrimas, sin risas, sin pena ni alegría. Godard, Godard y Godard...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!