jueves, 27 de agosto de 2020

Correr por el museo



Qué fácil parece hacer una película como BANDE À PART, y qué complicado es apresar esa mezcla de trascendencia e ingenuidad, de desencanto, romanticismo, soberbia, intriga y qué sé yo más. A Godard esto le salía casi natural, a veces, cuando decidía dejar de enfurruñarse, que era cuando Anna Karina (cuántas enes tenía ese nombre) caminaba, frágil y desvalida, entre billares y ceniceros de Cinzano. Es la historia de un trío, un triángulo escaleno, desigual, encantador cuando van en el Simca descapotable, cuando corren por el Louvre, planean un robo o bailan con un compás que es, a la vez, sincronía y libertad. De la libertad va el film, de correr, de escapar, de huir de ese París de calles frías que congelan cualquier idealización al respecto. Del arte, probablemente, pero también del otro margen, del de los holgazanes cuya juventud les hace dignos de tomar lo que los viejos toman, en un círculo inacabable de latrocinio. Hora y media le basta a Godard para aleccionar con desgana, y seguidamente entonar un vigoroso ensalmo desinfectado de cualquier pedantería. Contiene escenas memorables, de las que casi se puede intuir que imantan la memoria con vocación de daguerrotipo, pero posee otra cualidad que la eleva a la categoría de obra maestra: se la vea cómo y cuando se la vea, estará en mutación permanente. Siempre fresca, siempre elocuente, siempre alerta...
Saludos.

1 comentario:

ricard dijo...

¡Qué gran director cuando no le da por ponerse pesado!

Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!