sábado, 22 de febrero de 2014

El acemilero



LA MULA es una pequeña historia en una pequeña película sin más aspiraciones que contar lo que tiene que contar de la mejor manera posible. Y digamos que lo consigue. Escondida entre la frondosidad de nominaciones, la película que Michael Radford se negó a terminar aspiraba sólo al premio a mejor banda sonora, y ahora nos preguntamos qué podría haber sido de esta pequeña película con un acabado más homogéneo y un mejor montaje, pero eso nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que se trata de una película que aunque hayamos visto cientos de veces tiene el as infalible de la seguridad en sí misma, de lo que está contando, y no porque la estupenda novela de Eslava Galán se base nada menos que en la pintoresca peripecia de su propio padre en un bando nacional al que llegó casi sin saberlo. LA MULA habla de él, de Juan, y de la mula blanca que encontró por casualidad mientras recogía setas para su Teniente, y también de cómo conoció a una hermosa muchacha en un baile porque llevaba un traje prestado de un Alférez que hablaba sin cesar de la República. También están los moros que venden condones usados (pero lavados con vinagre...) y los zarcillos que arrancaban a las mujeres de los rojos, y también está la medalla que le dieron a Juan sin merecerla, sólo porque se topó con un grupo de rojos que estaba harto de guerra y se rindió para salvar la vida. Todo eso está en esta pequeña película, que a ratos recuerda a LA VAQUILLA y a ratos parece ¡AY, CARMELA!. Y Mario Casas está sembrado con su acento andalú, y María Valverde hace estupendamente de niña mimada, y aunque esto de la Guerra Incivil en el cine está ya muy sobado se agradece cuando el horror y la miseria dejan paso con elegancia a ese sentido del humor tan negro y tan español... aunque sea en una película tan pequeña como ésta, claro.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!