jueves, 25 de octubre de 2012

Principio de depresión y 2



El aviso, antes de nada, se hace imprescindible: hablar de riesgo en la película de Lars von Trier, comparándola con la MELANCHOLIA de Lav Diaz, es un chiste, una bromita de mal gusto y evidentemente de gran desconocimiento. Esta MELANCHOLIA es una monumental-pequeña película; pequeña porque está rodada con nulos medios y lo fía todo al talento literario de su guionista (el propio Diaz), apoyado en una severa cámara digital tornada a un Blanco y Negro inquietantemente apagado. Monumental porque son 450 minutos de película... No se asusten ante la inmensidad, yo no lo haría ante una novela de mil páginas; además, hoy día uno no tiene que tragarse semejante mastodonte de una sentada (yo tardé dos días). Pasada la anécdota, lo que Diaz propone es un ingenioso e intrincado juego de espejos que, una vez visto, justifica sobradamente la duración ¿O no vivimos actualmente la fiebre de las teleseries, algunas prácticamente inacabables? Lo que hace a MELANCHOLIA habitar un estrato superior es, simplemente, su calidad narrativa; y es un gustazo perderse por sus márgenes, exabruptos, saltos definitorios, intrahistorias... Sí, como una buena novela... pero filmada. El principio puede resultar desconcertante: Una pequeña población de la periferia (selvática) filipina; una monja que pide ayuda para los pobres por las calles; una puta recién llegada y un chulo local que intentará reclutarla. De acuerdo, los personajes interactúan, se encuentran se separan y... voilà, de repente nada es lo que parece, ni nadie es quien representa. Se habla constantemente de un misterioso personaje, Julián, al que llegaremos a mitad de la cinta; un desquiciado cruce entre un intelectual ebrio, un diletante trasnochado que organiza radicales performances y un cruzado de la filosofía activista. Nuevo giro. No me gustaría traspasar la línea de lo explícito, porque el film es, ya digo, un extenso manual de sorpresas, pero sí que debo aclarar en el final de esta entusiasmada reseña que el gigantesco círculo propuesto por este director, multipremiado en festivales de medio mundo, es una reflexión sobre la miseria moral de su país tamizándolo por diferentes circunstancias personales que, en suma, no son más que estados depresivos, más bien de impotencia ante ese "mal sin nombre" que se esconde en la recóndita Filipinas, y que la nueva y muy interesante hornada de jóvenes directores está ya poniendo sobre aviso gracias a su significativo paso por festivales internacionales. Así que si quieren riesgo, deberían saber dónde mirar.
Saludos emocionalmente aplastados.


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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!