lunes, 8 de octubre de 2012

Comer



Hay algo maravillosamente impostado en HUNGER, como si Steve McQueen, curtido en videoinstalaciones, habituado al poder de la imagen fija, hubiese descubierto que para contar algo extraordinariamente truculento uno no puede acudir a un naturalismo de raigambre, por otra parte el recurso más cansinamente utilizado en el cine actual que se pretende "serio" o "comprometido". HUNGER no "habla de", en el sentido estricto de la expresión; ni de una huelga de hambre, ni de la represión policial, ni del miedo a la bomba, ni de la absurda inflexibilidad de un gobierno, el británico comandado por Margaret Thatcher; ni siquiera estoy seguro de que su pretensión sea la glorificación de I.R.A. a través de la inmolación del propio retrato hagiográfico, pues éste (caso de existir como tal) queda tan descentrado, que resulta imposible rastrear con las armas habituales del espectador moderno. Así, HUNGER queda como una asfixiante sucesión de impactos, a merced de un cámara distante, nada nerviosa, segura de qué mostrar en cada momento; sin protagonistas y sin víctimas, o sin regodeos. La parte final, sin dejar de estremecer, no deja de ser un respiro a la espartana contención de McQueen durante toda una hora; la entrada-preámbulo es deliberadamente desorientadora, no presenta a los personajes sino que los escupe ante nosotros, no nos da pistas, y hay que estar avisados para no enamorarnos de su sinfonía de suciedad e insectos. No es nada comparado con la antológica secuencia, casi en plano fijo, en la que dos grandísimos actores, Michael Fassbender y Liam Cunningham, CHARLAN, en mayúsculas. Se trata de romper la barrera de la actuación, de sobrepasar el simple diálogo leído, de entender al fin a dónde nos va a llevar este fascinante laberinto (The Maze, la prisión, no es casual). En esa impresionante secuencia hay tanto cine como documento, o como deliberación; tanta denuncia como interrogante sin resolver. Y nada de ello nos suena a ya visto; por ello supera a un posible documental, porque prescinde de nuestra fe; su abrigo queda más resguardado en el terreno de los recuerdos. Así es.
Saludos famélicos.

3 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Es un trabajo magistral.
Aunque sigo pensando que esa escena que tanto te gusta es un pelín larga, huele a impostura pero, como tú dices, maravillosa impostura.

dvd dijo...

A mí es lo que más me impactó. Hacía mucho tiempo que no veía a dos actores en tal estado de gracia...

Jon Alonso dijo...

Obra maestra de un director, que ya un grande. Y un actor en estado de gracia. Adoro esta película. Increíble que no se haya estrenado en los cines de este país. Saludos

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!