sábado, 9 de julio de 2011

Senderos de apertura



Yo soy, lo reconozco, de los que me echo a temblar cada vez que veo asomar una producción española "basada en hechos reales"; me anuncio a mí mismo las licencias sin sentido, las típicas sobreactuaciones y las concesiones localistas, más propias de la caspa "landista" que de una veracidad que nunca termina de justificarse a sí misma. Uno de los casos criminales más singulares y, en principio, atractivos para una adaptación cinematográfica que acaeció en nuestro país, fue aquél que tuvo como protagonista a un joven que asesinó a sangre fría a su padre clavándole tres flechas con una potente ballesta. Andrés Rabadán pasaría a ser conocido como "El asesino de la ballesta" y su caso copó titulares, en su mayoría de índole amarillenta, y fue comidilla de cualquier tertulia, en la que se ejercía el deporte nacional de condenar sin apenas información. Las sucesivas investigaciones han determinado varias cosas: que Rabadán no es ningún modo un loco, y mucho menos un asesino; que su padre fue un señor de métodos "extremadamente autoritarios", por decirlo suavemente y que cualquier historia contiene recovecos casi inaccesibles que se ven sellados por los prejuicios y las informaciones sesgadas. Ventura Durall lleva algunos años obsesivamente volcado con la causa de Rabadán, lo que le llevó a filmar un documental llamado EL PERDÓN y un interesante largometraje, LAS DOS VIDAS DE ANDRÉS RABADÁN. Y, sí, Durall consigue desvincularse en parte de todo lo mencionado un poco más arriba y realiza un encomiable ejercicio de introspección, ayudado por la soberbia interpretación de Álex Brendemühl (por supuesto obviada por la Academia, que aquel año nominó a Landa, mira tú por dónde) y, sobre todo, una infatigable labor de distanciamiento, que se adivina complicada, por lo fascinante del personaje y por lo difícil de dramatizar al mismo tiempo todo un entorno (en un 99% carcelario) y secundarios sin caer en el dramón televisivo. No es en ningún modo un film redondo, no todos los personajes están bien dibujados y existen las ya habituales lagunas de ritmo, que lastran en gran medida muchas de las magníficas intenciones que afloran por un metraje que nunca se hace pesado, y mucho menos demagógico. Aun así, después de verla un poco a regañadientes, sólo la recomendaría si existe un interés previo por la figura de este personaje, que esconde muchas más cosas de las que oficialmente se han mostrado.
Saludos en libertad.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!