jueves, 19 de noviembre de 2009

Elogio

Una elegía, tengo entendido, es la exaltación del recuerdo que se tiene de una persona desaparecida mediante recursos más o menos poéticos. Lo que Isabel Coixet realiza en ELEGY es otra cosa, y quizá equivocó la palabra, eso es todo. La directora catalana elabora un puntilloso y entregado elogio doble. Por una parte, el elogio a un gran actor, Ben Kingsley, al que rara vez le hacen justicia sus personajes; aquí empieza dando un recital de contención, pero acaba sepultado por lo inane de la historia, envilecido bajo líneas de diálogo de telefilm.
Lo otro es peor, la verdad. No puedes decir que lo que haces es muy inteligente si el 75% de los planos, planos directos, embelesados, casi dulzones, van dirigidos (teledirigidos) a elogiar la belleza de Penélope Cruz, una supuesta actriz de la que el primer comentario siempre es: "¡Qué guapa está!", otro elogio.
A partir de ahí, lo menos que Coixet puede hacer es mantener firme el pulso narrativo de una historia que se supone que debe ser el colmo de la tristeza. Kingsley interpreta a un profesor de universidad que suele tirarse a un montón de alumnas (bravo, machote) en plan kleenex, pero un día se enamora perdidamente de una alumna llamada Consuela... (Dios ¿qué nombre se supone que es ése?). Y se supone también que vamos a asistir a un demoledor compendio de personalidades contrapuestas; por un lado, el maduro profesor víctima de una oscura pasión otoñal, incluyendo sonrojantes escenas de celos; por el otro, la aparentemente inocente alumna que se revela como una curiosa devoradora de hombres, porque realmente no lo es. Se supone también que bajo la herrumbre romanticona, el discurso debe ser punzante, agudo y sutil, otro elogio, al individualismo, que en este caso nunca se cumple. Antes de acabar diciendo lo de que nos han dado gato por liebre, deberíamos fijarnos en un síntoma preocupante: la mayoría de los artistas que pretenden desarrollar cierto síndrome "autoral", terminan, al paso de los años, decantándose por un discurso conservador y cansino, con luces y sombras, sí, pero siempre las mismas luces y las mismas sombras. Le ha pasado incluso a Philip Roth.
Saludos de pollito.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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