En LE PLONGEUR, Francis Leclerc (director canadiense, interesantísimo, pero cuya obra sigue sin traspasar las fronteras canadienses tras 25 años de carrera) nos sitúa a principios de siglo, donde seguimos lo esfuerzos de Stéphane por abrirse camino en Montreal. Con 19 años, el sueño de ingresar en la escuela de diseño gráfico, y la necesidad de encontrar una fuente de ingresos estable, llega hasta un reputado restaurante, donde empezará desde lo más bajo, lavando platos, pero adaptándose a un micromundo tan duro y estresante como repleto de gente con la que hacer buenas migas. Pero Stéphane tiene un problema: no puede dejar de jugar. El retrato que hace Leclerc es el de un chaval afable, trabajador, sin malos sentimientos, pero incapaz de resistirse a una máquina tragaperras, lo que va sumiéndolo en una espiral de mentiras que lo van disociando de todo lo bueno que le pasa. Es una buena película, con interpretaciones convincentes, puede que un poco larga, con un material jugoso (todo parte de una novela autobiográfica escrita por Stéphane Larue), que a lo mejor daba para una miniserie. Aun así, me parece extraño que Leclerc sea tan desconocido, porque h visto un cineasta con pulso, valiente y honesto en su propuesta formal. Este sentido homenaje, a golpe de heavy metal, a esa "gente sin brillo", a menudo con problemas que no saben cómo resolver, es buena prueba de ello.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario