jueves, 5 de junio de 2025

La justa apropiación


 
Hay dos cosas que no soporto del cine de terror más reciente, y más concretamente el que tiene vocación de superar el sumidero de festivales y simposios, con la ambición necesaria del producto que aspira a no ser sólo "culto para incondicionales". Una es el desfile de sentencias vacías, miradas bovinas y diálogos de secano, que lo único que me demuestra es estar ante un cineasta que no sabe nada de cine, y por tanto mira al espectador por encima del hombro, porque si usted quiere ser Tarkovski primero tiene que dominar a Siodmak. Otro asunto, más controvertido, es rehabilitar el nicho del subgénero, obviando que ello nos condena al pantano de la explotación prejuiciosa. En un principio, SINNERS tiene todas las papeletas para ser el megabluff de la temporada, reuniendo el pack completo en unas dos horas y media que ya de entrada asustan. Les adelanto que SINNERS es una de las mejores películas que cualquiera de ustedes puede ver recientemente. Terror o no, da igual, porque Ryan Coogler ha fabricado una ensalada conceptual en la que todos los ingredientes son sabrosos. Hablo de un cine de gangsters en los años 30, que pese a no ser más que una referencia del pasado es vital para dotar de contexto el desarrollo del film. Los protagonistas, dos gemelos, interpretados con fiereza y convicción por Michael B. Jordan, que trabajaban para Capone, regresan a su Sur natal para abrir un gran local, contraviniendo la tradición supremacista del lugar. En su espléndida primera parte, todo este enjambre de géneros se despliega ágilmente, mientras el blues pantanoso se erige como otro protagonista fundamental. Lo entenderemos cuando, con más de una hora de espera, en la mejor secuencia del film, el terror irrumpe con un naturalismo extraño, poniendo a prueba incluso la temática racial, exponiendo hermandades imposibles pero más comprensiva que el racismo sufrido por los recogedores de algodón. Todo culmina en un espectacular desenlace, ahora sí abrazando el género, aunque aún Coogler se guarda un emocionante regalo en forma de escena postcréditos, que por supuesto no voy a desvelarles. La sensación es la de un film que habla de racismo, pero que no se aprovecha de ello, gracias a un guion repleto de inventiva y respeto por sus personajes. El terror, ya digo, es casi lo de menos en una película que tiene dos o tres cargas de profundidad a las que hay que estar atentos.
Para mí, toda una gratísima sorpresa.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!